Culpas humanas en el cambio
climático
P. Fernando Pascual
20-8-2022
Se puede hablar de culpa en un
sentido amplio, que implica simplemente aludir a la causa de un hecho, sin
analizar si exista o no exista responsabilidad consciente.
Aquí hablamos de culpa en un
sentido más restringido: la que surge cuando alguien causa un daño desde el
reconocimiento de la propia responsabilidad en los resultados.
Preguntemos, entonces, si
existan culpas humanas en el cambio climático. En otras palabras, si el ser
humano puede ser acusado por haber causado transtornos
en el clima de modo imputable
Responder a una pregunta así
no resulta fácil. En primer lugar, porque el cambio climático puede ser
producido no solo como consecuencia de acciones humanas, aunque tales acciones
puedan tener un influjo importante.
En segundo lugar, porque solo
podemos decir que unos hombres, o muchos hombres, serían culpables del cambio
climático si, cuando decidieron sus acciones, habrían sido conscientes de las
consecuencias de las mismas a corto o a largo plazo.
En realidad, muchas veces los
seres humanos han realizado, y todavía realizan hoy, acciones que tienen su
influjo en el clima y en el ambiente, sin tener una clara conciencia sobre cuál
podría ser ese influjo.
Basta con pensar en cómo
durante siglos miles de pastores han quemado amplios territorios para “preparar”
el terreno y así alimentar a sus ganados. O en los pueblos que han talado miles
de árboles para construir casas, o barcos, o simplemente para tener más tierras
destinadas a los cultivos.
¿Eran esos hombres conscientes
de cómo iban a influir en el clima futuro? Muchos de ellos, seguramente, no
tenían la menor idea de lo que iba a ocurrir en los siguientes 20, 30, 100 o
500 años.
Si dirigimos la mirada a acciones
de mayor envergadura, como la producción masiva de plástico, o la emisión de
gases en industrias del mundo moderno, podríamos suponer que quienes realizaron
(y realizan hoy) esas acciones podrían (¿deberían?) tener una mayor conciencia
del influjo que causarían en el clima.
Por desgracia, no pocos
productores tienen una vaga idea de lo que determinados procesos industriales
provocarán, a lo largo del tiempo, en el clima de una región concreta, o
incluso de todo el planeta.
Algunos dirán, con bastante
razón, que los dirigentes de la industria tendrían el deber de analizar las
consecuencias de sus decisiones en el clima. Pero imaginamos que no resulta
fácil llegar a convencer a miles de fabricantes para que condicionen sus
opciones a lo que antes digan los especialistas en el clima, que en ocasiones
pueden ser lentos en sus investigaciones, y que no pocas veces no llegan a un
suficiente acuerdo entre sí.
Reconocer estas dificultades
no significa exculpar a los seres humanos en sus responsabilidades respecto del
cambio climático, allí donde tales responsabilidades puedan ser evidenciadas
gracias a investigaciones serias y bien llevadas.
Lo que sí resulta importante
es reconocer que solo podemos hablar de culpas, en sentido estricto, respecto
del cambio climático, si aceptamos que los seres humanos gozan de la capacidad
de conocer suficientemente las consecuencias de sus acciones, y de decidir
desde principios éticos correctos.
Entre tales principios hay que
incluir la atención a la justicia social, a la salud de las personas, a la
búsqueda del bien común. Como también hay que promover el interés y esfuerzo
por evitar cambios climáticos que puedan poner gravemente en peligro los modos
saludables de vida en nuestro pequeño y complejo planeta Tierra.