Deseos y conocimientos
P. Fernando Pascual
20-9-2022
Desear algo es posible porque
primero lo conocimos, y porque luego experimentamos que ese algo nos atrae de
algún modo.
Vemos (conocemos) un helado y
su valor nutritivo, y deseamos tomarlo después de una intensa marcha por las
montañas.
Vemos un libro sobre historia
de un país importante, y deseamos comprarlo para mejorar nuestra cultura, o
simplemente para satisfacer nuestra curiosidad.
Es importante sacar a luz el
diálogo continuo entre lo que conocemos y lo que luego deseamos y ponemos en
práctica.
En ese diálogo el conocimiento
no solo juega un papel al inicio, despertando ciertos deseos, sino también en
los momentos sucesivos.
Así, tras un deseo nos
preguntamos: ¿vale la pena un esfuerzo por poseer este objeto o por emprender
una nueva actividad?
Pero también cuando vemos que
vale la pena, nos preguntamos: ¿cómo lograrlo? ¿Cuánto tiempo y energía
invertir en esa meta?
Responder a esas preguntas
implica un trabajo de nuestra inteligencia, sea cuando reflexiona en soledad
sobre las posibles respuestas, sea cuando nos empuja a buscar informaciones en
Internet o al consultar a una persona que consideramos experta y prudente.
Solo cuando emprendemos un
buen camino intelectual para comprender la situación, para evaluar costos y
beneficios, para medir si realmente tenemos fuerzas para tomar la decisión,
seremos capaces de llegar a conclusiones que luego se plasmen en acciones
concretas.
La vida es, así, un camino
donde deseos y conocimientos están en un diálogo continuo. En ese diálogo
necesitamos siempre una sana dosis de prudencia, para evitar decisiones que a
la larga son dañinas. Necesitamos, sobre todo, un corazón purificado y
orientado a deseos buenos, que surgen del amor y nos llevan a amar cada día un
poco más...