Caminar juntos
P. Fernando Pascual
1-9-2022
Ella camina con prisa,
mientras que él tiende a quedarse atrás. O al revés. Se ve que son esposos o
novios, pero pocas veces están juntos, como si cada uno prefiriera conservar su
ritmo al recorrer una calle o un sendero.
Es normal que ocurra lo
anterior, y puede no tener mayor importancia. Otras veces, sin embargo, se
trata de un síntoma de algo más serio: esos novios o esos esposos no consiguen
armonizar a fondo sus modos de vivir.
Porque lo que ocurre al
caminar ocurre también cuando se trata de decidir si sea posible ver juntos una
película, o ir a compras el mismo día, o escoger el horario para comer o para
cenar.
Cuando un matrimonio, surgido
desde el amor, inicia un proceso de velocidades diferentes, puede llegar a
situaciones de crisis que dañan luego más en profundidad toda la convivencia.
Por eso, el simple gesto de
caminar juntos, al bajar a una playa, al ir de compras, o al pasear por una
ciudad llena de monumentos, tiene un sentido hermoso cuando uno y otra aprenden
a adaptar preferencias, modos de actuar, incluso modos de caminar, desde un
cariño que busca mantener la cercanía.
Desde luego, caminar juntos
puede ser algo frío, monótono, sin sentido, como una costumbre adquirida desde
la educación que cada uno ha recibido. Pero si hay palabras de respeto, si hay
ternura, si el amor se mantiene fresco, entonces ese esfuerzo por adaptar el
propio ritmo al otro tiene una belleza maravillosa.
En un mundo de prisas, donde
existe el riesgo de buscar ante todo satisfacer los deseos personales y evitar
todo aquello que nos hace ir contra el propio modo de actuar, refleja una
grandeza de alma ese sencillo gesto de dos personas que, desde la amistad
sincera, han aprendido a caminar al mismo ritmo, juntos, en una armonía
maravillosa que tanto ayuda a cada uno.