Justificaciones injustificadas
P. Fernando Pascual
20-8-2022
Un ladrón roba porque dice que
el mundo es injusto, o porque piensa que lo necesita, o porque todos lo hacen.
Un gobernante defiende la
invasión de un país vecino porque sostiene que fueron “ellos” quienes
provocaron el conflicto.
Un abortista declara que
existe “derecho” al aborto porque dice que nadie puede obligar a una mujer a
acoger a un hijo no querido.
Miles de personas justifican
(o intentan justificar) acciones y comportamientos incorrectos con motivos que
pueden parecen más o menos convincentes.
Muchos de esos motivos son una
simple máscara para ocultar los motivos reales. Porque es muy fácil justificar
la invasión del país vecino cuando en realidad un gobierno busca aumentar el
control sobre territorios ricos.
El hecho de ofrecer
justificaciones, aunque sean falsas e “injustificadas”, muestra cómo hasta en
los corazones más pervertidos quedan señales de justicia.
Porque las justificaciones son
eso: un deseo de revestir como justo lo que puede serlo o puede no serlo. En el
segundo caso, las justificaciones son cortinas de humo para engañar a otros,
incluso para engañarse a uno mismo, al creer que la razón está a favor del
agresor y delincuente.
Pero una justificación injusta
no justifica nunca un acto dañino, criminal. Por más que se repita una y otra
vez que esa guerra estaba justificada, la realidad de ciertas ofensivas no
desaparece: se trata de una invasión claramente injusta y dañina para millones
de inocentes.
Frente a tantas
justificaciones injustificadas, hemos de hacer un esfuerzo sincero por cambiar
los corazones, para que nunca escojan el mal, y por iluminar las conciencias,
para que nadie declare como bueno lo que es malo.
Solo entonces habrá una mayor
firmeza para denunciar actos injustos, sobre todo aquellos que han quedado
plasmados en leyes dañinas, y para promover la justicia verdadera, la que
protege a todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural.