Cegueras ideológicas
P. Fernando Pascual
1-5-2022
Sorprende encontrar a personas
que alaban a terribles dictadores culpables de haber provocado miles de
víctimas, con la “excusa” de que promovieron el pleno empleo, o que
engrandecieron a sus países, o que mejoraron la situación de los campesinos, o
que desarrollaron la industria, o que simplemente se defendieron ante las
agresiones de otros países.
Alabar a un dictador que ha
creado un sistema represivo donde eran asesinados sin ningún juicio los
adversarios políticos, o encarcelados con juicios amañados, significa haber
perdido el horizonte ético básico, que condena cualquier acción criminal,
independientemente de quien la lleve a cabo.
Por desgracia, existen
cegueras ideológicas que se fijan solo en lo que es declarado “bueno” entre los
objetivos alcanzados por un dictador, y olvidan, o quitan importancia, a las
acciones llevadas a cabo contra los derechos fundamentales de miles de personas
perseguidas arbitrariamente.
Esa ceguera se daba en el
pasado y sigue viva en el presente. Hoy es posible encontrar a personas que
alaban a Hitler por haberse opuesto al comunismo y haber “engrandecido” a
Alemania. O alaban a Lenin y Stalin por haber promovido el Estado socialista
orientado, supuestamente, a beneficiar a los trabajadores y derrocar a los
capitalistas. O exaltan a Mao Tse Tung (Mao Zedong,
según se escribe ahora) como el libertador del pueblo chino frente a la
corrupción y a las humillaciones extranjeras.
Pero este tipo de alabanzas
encierra una terrible injusticia ante los miles (en los ejemplos anteriores,
los millones) de víctimas inocentes de esos y otros dictadores que, bajo
pretextos ideológicos y manipulaciones más o menos sofisticadas, han actuado
contra sus propios ciudadanos y, en muchos casos, contra la gente de otros
países del mundo.
Se dirá que también en las
democracias hay políticos que cometen injusticias, que desencadenan guerras
arbitrarias, que aprueban el aborto o la eutanasia. Esa observación no quita en
nada el hecho de que existen cegueras ideológicas, sino que lo confirma. Porque
también es criminal quien, amparado en sus credenciales de demócrata elegido
según las leyes de su Estado, promueve cualquier acción que vaya contra la vida
o los derechos fundamentales de la gente.
Frente a las cegueras
ideológicas hay que responder con la verdad que denuncia los delitos que cometa
cualquier ser humano, especialmente cuando ocupa puestos de gobierno y
responsabilidades públicas que afectan a la vida de las personas.
Todo mal gobernante ha de ser
juzgado y condenado según la gravedad de sus delitos. Solo así se defienden
seriamente los derechos fundamentales de las personas, se corrigen tantos
abusos de poder, y se abren espacios para que, en el futuro, los gobernantes
asuman sus tareas públicas con un mayor compromiso a favor de la justicia.