Los errores de los expertos
P. Fernando Pascual
25-4-2022
Es ya habitual invitar a
expertos para hablar sobre economía, sobre política, sobre epidemias, sobre
guerras, sobre ecología, sobre sistemas antisísmicos, y un largo listado de argumentos
más o menos interesantes.
De modo especial, cuando hay
crisis más intensas los expertos aparecen con mayor frecuencia en televisión,
prensa, radio, y otros medios, como hemos visto durante la pandemia del
Covid-19 o la guerra en Ucrania.
Para muchos, es sabido que los
expertos cometen errores por diversos motivos. Lo que resulta extraño es que
haya expertos que se defienden con mayor habilidad ante sus errores, en su
esfuerzo continuo por mantener la propia “reputación”.
Daniel Kahneman, en su libro Pensar
rápido, pensar despacio, explica en varias ocasiones un mal terrible que
consiste en no reconocer la propia ignorancia, que se une a tener suposiciones
sesgadas que la gente corrige con dificultad.
Eso se aplica de un modo
paradigmático a los “expertos”, es decir, a aquellos de los que esperaríamos
menos prejuicios y más competencia. Para describirlos en sus errores, Kahneman
resume ideas de Philip Tetlock:
“Tetlock
(...) encontró que los expertos se resistían a admitir que estuvieran equivocados,
y cuando no tuvieron más remedio que admitir el error, pusieron toda una serie
de excusas: se habían equivocado solo en el momento, se había producido un
acontecimiento impredecible, o se habían equivocado, pero por motivos
justificados. Los expertos son, después de todo, seres humanos. Los deslumbra
su propia brillantez y aborrecen estar equivocados. A los expertos les pierde
no lo que creen, sino el modo en que lo creen, dice Tetlock”
(D. Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio, capítulo 20).
Resulta difícil corregir este
tipo de actitudes, sobre todo cuando el experto considera que ha ganado
merecidamente el reconocimiento adquirido, reconocimiento que luego se
convierte en el motivo por el cual lo invitan a hablar sobre uno o varios temas
de interés.
Frente a estas actitudes,
cuando un experto se equivoca, haría falta encontrar a nuevos Sócrates que
sepan, con tacto, habilidad y eficacia, abrir los ojos a esa persona para que
pueda, sencillamente, reconocer que no lo sabe todo, y que lo que creía saber
no era como pensaba.
Entonces ese experto llegará a
aquel saber humilde y grande de Sócrates: reconocer la propia ignorancia. Solo
así vivirá abierto a las correcciones que los hechos y personas sensatas le
ofrezcan, y empezará a separarse del error para avanzar, un poco, hacia la
verdad...