Tres dimensiones de la vida
ética
P. Fernando Pascual
8-4-2022
Buscar el bien es un objetivo
clave para conseguir una existencia plena. En esa búsqueda del bien, son de
ayuda tres dimensiones que Vladímir Soloviov consideraba fundamentales para la vida
ética: el pudor, la compasión y la piedad.
En un libro publicado en los
últimos años de su vida, La fundamentación del bien, Soloviov explicaba
estas tres dimensiones (datos morales o sentimientos) como reguladoras de
nuestras relaciones respecto de lo que es inferior, lo que es igual, y lo que
es superior.
Aquí las palabras del pensador
ruso: “El principio real del perfeccionamiento moral consiste en los tres
sentimientos fundamentales, presentes en la naturaleza humana y que forman su
virtud natural: en el sentimiento de pudor, que protege nuestra dignidad
superior respecto a los ataques de las inclinaciones animales; en el
sentimiento de compasión, que nos iguala intrínsecamente con los otros; y por
último, en el sentimiento religioso, en el que se expresa nuestra vocación al
Bien supremo” (La fundamentación del bien, conclusión).
El pudor nos guía y orienta
para vivir con orden los deseos que corresponden a nuestra naturaleza animal,
sea en el campo de la sexualidad, sea en el comer y beber. La templanza se
colocaría en íntima relación con el pudor, como reguladora de aquellos deseos
que son más instintivos.
Por lo que se refiere a la
compasión, nos abre a los demás, iguales respecto de nosotros en la humanidad,
cuando necesitan apoyo y ayuda en tantas dificultades que continuamente se
producen a lo largo del tiempo.
La piedad, o sentimiento
religioso, nos pone en relación con nuestro origen, el Creador, y nuestra meta
definitiva, al mismo tiempo que explica y fundamenta todo lo que se refiere al culto,
a la oración, a los sacramentos.
¿Cuáles son las ulteriores
concretizaciones, como ley moral, que estos tres sentimientos nos ofrecen para
buscar cada día la realización del bien? Así lo explica Soloviov en un párrafo
denso y sugestivo:
“En relación con la naturaleza
inferior la ley moral, generalizando el sentimiento inmediato de pudor, nos
manda ejercer siempre el dominio sobre todas las inclinaciones sensibles,
dándoles paso solo como elemento sometido en los límites de la razón; aquí la
moralidad no se expresa ya (como en el sentimiento elemental de pudor) como una
simple repulsión instintiva de un elemento hostil o como una retirada ante él,
sino que exige una lucha activa con la carne.
En la relación con los otros
hombres, la ley moral le da al sentimiento de compasión o simpatía la forma de
justicia, exigiendo que reconozcamos en cada uno de nuestros prójimos el mismo
significado absoluto que afirmamos en nosotros o, dicho de otro modo, exige que
tratemos a los demás del mismo modo como podríamos desear sin contradicción que
nos trataran a nosotros, independientemente de que se tengan hacia ellos estos
o aquellos sentimientos.
Finalmente, en relación con la
Divinidad la ley moral se afirma como expresión de su voluntad legislativa y
exige su reconocimiento absoluto por su propia dignidad absoluta, por su propia
perfección. Pero para el hombre que ha alcanzado una conciencia así de pura de
la voluntad de Dios, en cuanto que ella es el Bien mismo absolutamente uno y
pleno, debe estar claro que la plenitud de esta voluntad puede revelarse solo
en virtud de su propia acción interior en el alma del hombre. Habiendo
alcanzado esta cima, la moralidad formal o racional entra en el ámbito de la
moralidad absoluta: el bien de la ley racional alcanza su plenitud en el bien
divino de la gracia” (La fundamentación del bien, conclusión).
Pudor, compasión y piedad:
gracias a estos sentimientos, plasmados luego en la ley moral, podemos orientar
toda nuestra existencia en ese camino maravilloso que recorremos cada día, con
los demás seres humanos y con la entera creación, hacia la plenitud del amor
que se encuentra solamente en un Dios que es Padre y amigo de los hombres.
(Los textos de Vladímir
Soloviov han sido tomados de esta traducción al castellano: La justificación
del bien. Ensayo de filosofía moral, Sígueme, Salamanca 2012).