Lo que pesa y pasa
P. Fernando Pascual
25-3-2022
Tenemos ante nosotros millones
de realidades tangibles, con una masa, con un peso. Esas realidades pesan y
pasan, duran un tiempo y terminan.
Un rascacielos pesa y pasa. Un
coche pesa y pasa. Un libro pesa y pasa. Un ciprés pesa y pasa. Un gorrión pesa
y pasa.
Lo que pesa y pasa puede ser
grande o pequeño. Puede nacer gracias a un proceso biológico que dura siglos o
gracias a las manos de un artista.
Pero todas las realidades
materiales que conocemos pesan, ocupan un espacio, tienen una forma, y están
sometidas a la destrucción y la muerte.
A pesar de su fragilidad, nos
aferramos a un libro, a un móvil, a un bosque, a unas paredes. Nuestro deseo,
sin embargo, tropieza con la contingencia: todo lo material, tarde o temprano,
pasará.
Ante la experiencia de lo
frágil de nuestro mundo, surge la pregunta: ¿hay algo que dure para siempre,
que supere el test del paso del tiempo, que perviva sin límites, sin peligros?
Para los filósofos que admiten
lo espiritual, existe una dimensión que ni pesa ni pasa, y que abre un
horizonte de eternidad en la que adquiere sentido lo más bello y noble que
anhelamos.
Para los que rechazan lo
espiritual, todo ser humano, aunque tenga fama por sus hazañas o sus fechorías,
pesa por un tiempo, y pasa. Como todo lo material, fluye, irremediablemente,
hacia la nada.
En el corazón, algo nos dice
que existe una dimensión que supera los límites de las realidades físicas que
conocemos, que es capaz de asumir lo humano en un mundo diferente.
La fe en la resurrección, que
ha sido un núcleo central de la enseñanza cristiana y de otras corrientes
religiosas y filosóficas, sostiene la posibilidad de una existencia que no se
limita a lo transitorio, sino que dura eternamente.
En el corazón de Dios, incluso
lo que pesa y pasa puede ser rescatado. Basta con que cada ser humano se abra
al amor, que tiene una fuerza indestructible, y así podrá ser admitido en la
luz y la vida que nunca pasan...