Liturgia: Cristo presente en su Iglesia

P. Fernando Pascual

19-2-2022

 

Cristo sigue presente en el camino de la historia humana. Lo hace desde ese gran misterio de Su Amor que es la Iglesia católica. Lo hace, sobre todo, en la liturgia.

 

Un número de la constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II explica esta verdad que tiene que sostener y alimentar la vida litúrgica de los católicos.

 

Ese número (el n. 7) arranca de una idea del número anterior (el n. 6), que habla de cómo la Iglesia siempre ha recordado y vivido la acción salvadora de Cristo.

 

El número 7 inicia con estas afirmaciones: “Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica”.

 

Luego enumera diversos modos de esa presencia de Cristo. Primero, en el sacrificio de la misa, “sea en la persona del ministro, ‘ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz’, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas”.

 

El segundo modo de presencia de Cristo es a través de los sacramentos. Aquí el documento cita la famosa idea de san Agustín: “cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza”.

 

El siguiente modo de presencia es a través de la Palabra, de la Biblia, “pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla”.

 

Por último, el cuarto modo de presencia ocurre en la oración continua de la Iglesia, que “suplica y canta salmos”, pues Cristo mismo prometió: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

 

Los siguientes párrafos de este número 7 de Sacrosanctum Concilium destacan la grandeza de lo que ocurre en la liturgia, que permite, por un lado, dar gloria a Dios y, por otro, santificar a los hombres, al mismo tiempo que “Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia”.

 

Es por ello, como explica esta constitución, que la liturgia ejercita el Sacerdocio de Jesucristo. En la liturgia, “los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro”.

 

En resumen, la acción más importante, la más sagrada, de la Iglesia, es la liturgia, pues es “obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia”. No hay ninguna otra acción de los católicos que pudiera igualarse a lo que ocurre cada vez que celebramos una acción litúrgica.

 

Estas ideas del Concilio Vaticano II nos ayudan a vivir a fondo la liturgia. Al mismo tiempo, explican por qué toda la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica está dedicada a la liturgia, bajo el título “La celebración del misterio cristiano” (nn. 1066-1690).

 

Si amamos la liturgia, si la vivimos desde la fe y la unidad del amor, la presencia de Cristo entre nosotros y en el mundo entero hará posible que también hoy se anuncie la salvación, sean perdonados los pecados, y se produzca ese maravilloso misterio de la santificación de los hombres, amados por el Padre, rescatados por el Hijo hecho Hombre, y vivificados por el Espíritu Santo.