Verdades, errores y dudas
P. Fernando Pascual
30-1-2022
Queremos alcanzar la verdad,
evitar el error, superar las dudas.
Alcanzamos la verdad de
diversas maneras. Una es la experiencia directa: yo veo, toco, siento que esta
planta tiene espinas y puede hacer daño.
Otra es un razonamiento más o
menos elaborado. Por ejemplo, cuando decimos que el alto número de
publicaciones científicas permite aceptar que esta medicina sería eficaz para
ciertas enfermedades.
Otra se basa en intuiciones
que nos cuesta explicar, por ejemplo, cuando intuimos que esa persona que llamó
a la puerta de casa sería un ladrón.
Otra, muchas veces criticada
pero siempre presente en nuestra vida, es la enseñanza: miles de cosas las
sabemos porque otros nos las han enseñado.
Notamos, sin embargo, que no
pocas cosas que hemos supuesto como verdaderas, luego se revelan como erróneas.
Por ejemplo, pensábamos que
esa pastilla encontrada en una caja sin etiqueta sería una medicina adecuada
para la gripe, cuando en realidad se trataba de las vitaminas para el abuelo.
¿Por qué cometemos errores?
Los motivos son muchos, y están en relación con los caminos que normalmente
llevan a la verdad, pero en ocasiones nos apartan de ella.
Así, por ejemplo, la
experiencia puntual de comer una fruta en mal estado lleva a algunos a suponer
que serían alérgicos a esa fruta, cuando en realidad la reacción que sufrieron
fue debida al estado concreto de esa fruta particular.
También la enseñanza puede
dejar en nosotros ideas erróneas; por ejemplo, si tuvimos un profesor que
defendía las “bondades” de algunos dictadores mientras ocultaba sus crímenes e
injusticias.
Por lo que se refiere a la
duda, surge en nosotros cuando no estamos seguros sobre algo en concreto.
Dudo si esta tarde lloverá o
no. Dudo si este billete sea auténtico o falso. Dudo sobre los consejos que me
ha dado un amigo cuando me explicaba cuál sería la mejor vacuna para prevenir
esta enfermedad.
En ocasiones, a pesar de las
dudas, tomamos decisiones. A veces salen bien: escogí un buen abrigo aunque dudaba de su calidad. Otras veces salen mal:
no estaba seguro de que esa era la calle de la tienda y al caminar por ella
perdí 15 preciosos minutos.
La experiencia de los errores
(algunos provocados por mentirosos más o menos “profesionales”) y de las dudas
no ahoga nuestro deseo más profundo de alcanzar verdades.
Para salir de errores y de
dudas, somos capaces de emprender un esfuerzo serio para evaluar las propias
convicciones y distinguir entre las más seguras y las inciertas, y para
discernir mejor sobre lo que otros nos dicen, especialmente a través de ese
océano inmenso de “informaciones” que giran por Internet.
En el fondo, necesitamos
seguir un consejo del inquieto Sócrates: llegar a ser humildes para no suponer
que sabemos cuando no sabemos. Solamente entonces
seremos capaces de abrirnos a nuevas verdades, que serán las mejores amigas en
el camino que recorremos cada día en la búsqueda del bien, de la belleza y de
la justicia.