Antilenguaje a la vista
P. Fernando Pascual
14-1-2022
Cambiar unas palabras por otra
parece algo pacífico, pero en ocasiones se convierte en un instrumento
ideológico que busca manipular a la gente.
Hablar, por ejemplo, de
interrupción del embarazo en vez de aborto, o hablar de aborto post-natal en vez de infanticidio, son dos ejemplos de antilenguaje, de manipulación de palabras para evitar
términos que pueden generar reacciones contrarias.
La lista podría ser mucho más
larga, porque el uso del antilenguaje se aplica a
muchos ámbitos y por diversos motivos. Lo usan gente de extrema izquierda y de
extrema derecha, dictadores y algunos que se declaran demócratas, intelectuales
y periodistas.
Este fenómeno, denunciado hace
muchos años por un italiano antifascista, Italo
Calvino, ha crecido a lo largo del tiempo y, en algunos ámbitos, ha provocado
no solo que se prohíban ciertos términos, sino que se impongan otros, con
amenazas de excluir de la vida pública, o de llevar a los tribunales, a quienes
se opongan.
Para evitar las manipulaciones
que surgen con el uso y el abuso del antilenguaje,
basta con defender serenamente, desde el sentido común, el correcto uso de las
palabras ordinarias, para no suprimirlas ideológicamente, y para no introducir
otras que escondan hechos que merecen nuestra atención.
El ejemplo del uso del antilenguaje respecto al aborto es claro, y ha sido
denunciado por diversos autores. Porque decir que el aborto es matar a un hijo
en el seno de su madre resulta duro, pero no deja de ser verdad. Por eso
algunos dicen y repiten que se trata más bien de “interrumpir el embarazo” o de
eliminar al “producto de la concepción” en aquella “mujer” (se evitará
cuidadosamente decir “madre”) que no lo desee.
Sabemos hasta dónde puede
llegar la imposición del antilenguaje cuando lo
promueven poderosos sin escrúpulos que buscan anestesiar a las sociedades e
imponer injusticias bajo nombres y expresiones como “reajustes salariales”, “reformas
estructurales”, “nuevo orden mundial”, “gran salto adelante”, “situación
especial”, y otros.
Llamar a las cosas por su
nombre, decir que una injusticia es una injusticia, que un crimen es un crimen,
que un aborto también lo es por acabar con la vida de un hijo, es el primer
paso que cada uno puede dar para mirar de frente cualquier asunto que merezca
nuestra atención.
Ello será de gran ayuda, sobre
todo, cuando sea necesario poner en marcha medidas que promuevan la defensa de
los débiles (aunque les llamen “producto de la concepción”), y así tendremos
sociedades más justas y transparentes.