Responsables hasta donde
alcanzamos a ver
P. Fernando Pascual
14-1-2022
Poner un clavo en la pared.
Estar atentos a la hora de dar la medicina a un anciano. Cerrar la cajuela del
coche con poca delicadeza.
Cada acción que realizamos
produce efectos. El clavo mal puesto explica por qué se cayó ese cuadro. La
medicina dada con precisión alivia al anciano. Cerrar la cajuela
descuidadamente daña la parte trasera del coche.
Somos responsables de aquellos
efectos que podemos conocer con un poco de previsión. No lo somos de efectos
realmente difíciles de imaginar o que se colocan en un punto bastante lejano
del tiempo.
Nuestra responsabilidad llega,
por lo tanto, hasta donde alcanzamos a ver. Luego, la cadena de consecuencias,
a veces con carambolas sorprendentes, escapan a nuestros análisis más
perspicaces.
Entender esto permite tomar
decisiones con una síntesis entre prudencia y sano realismo.
La prudencia nos ayuda a
estudiar bien aquellas consecuencias previsibles de lo que decidimos, para renunciar
a opciones que sospechamos dañinas, y para escoger aquellas que esperamos
beneficiosas, a corto y a largo plazo.
El sano realismo evita
angustias hacia futuros lejanos que nunca podremos haber previsto, por más
atención que pongamos antes de tomar las decisiones de cada día.
En la marcha de la historia
personal y colectiva, continuamente tomamos decisiones que poner en marcha
procesos.
Buscaremos, en cada una de
esas decisiones, promover el bien en este mundo complejo, misterioso,
interrelacionado; y buscaremos evitar males que puedan perjudicarnos a nosotros
mismos o a otros.
Al mismo tiempo, nos abriremos
al misterio de futuros imprevisibles, para dejarlos en las manos de Dios, que
construye, con el hilo de las casi infinitas decisiones humanas, un tejido que
nos invita a acoger su Amor y a acercarnos, día a día, al encuentro eterno con
Él en el cielo, meta completa de todas las buenas aspiraciones humanas.