Ante el avance del mal
P. Fernando Pascual
7-1-2022
El mal avanza de muchas
maneras y en diferentes niveles: en el corazón de los individuos, en las
familias, en las ciudades, en los países, en el mundo entero.
Ese mal lleva a odios,
envidias, lujurias, avaricias, agresiones, falta de misericordia.
Sorprende constatar cómo sigue
siendo válida la enumeración de san Pablo en su Carta a los Romanos (1,24-34).
Los resultados son
aterradores, pues los seres humanos hemos llegado a vivir “llenos de toda
injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio,
de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de
Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a
sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados” (Rm 1,29‑31).
Ante el avance del mal, Dios
respondió a través de hombres y mujeres justos, de profetas, de personas
sencillas pero llenas del santo temor de Su Nombre.
En la plenitud de los tiempos,
el Hijo vino al mundo y trajo un mensaje de paz para todos, para los que están
cerca y los que están lejos (cf. Ef 2,17).
Ese mensaje llega a nuestro
tiempo y nos invita a reaccionar ante el mal con la respuesta que nos enseña el
Evangelio: el amor.
Porque el mal no se vence con
el mal, sino con el bien (cf. Rm 12,21).
Homicidios, abortos, infidelidades, usuras, injusticias: todo puede ser curado
cuando los hijos de la luz viven coherentemente su fe y trabajan con una
esperanza que es sostenida por el amor.
El avance del mal puede
sobrecogernos, incluso herirnos en primera persona. Pero quien ama a Cristo y
cree en su palabra ha derrotado al maligno. Entonces su luz brilla para muchos
como señal de esperanza: Cristo ya ha vencido al mundo (cf. Jn
16,33).