Antropología y embriones
P. Fernando Pascual
10-12-2021
Las discusiones sobre el
respeto que merezcan los embriones humanos necesitan estar acompañadas por las
reflexiones que la antropología filosófica ofrece respecto de la dignidad
humana.
Durante siglos, la filosofía
ha considerado al ser humano como dotado de un alma espiritual, que tiene un
origen único (algunos afirman que es creada directamente por Dios) y un destino
eterno.
No han faltado pensadores
antiguos y modernos que han negado tal espiritualidad, que han defendido que el
hombre es simplemente material, producto de la agregación casual de átomos,
resultado de procesos evolutivos sin proyecto y sin finalidad.
En las antropologías que
consideran al ser humano como simplemente material, o como un animal que no
tendría una dignidad superior respecto de otros animales, las discusiones sobre
el embrión desembocan fácilmente en la negación de su dignidad, dignidad que
tampoco tendrían los adultos.
En cambio, las antropologías
que consideran que existe un alma espiritual, una dimensión constitutiva que
hace a los humanos radicalmente diferentes de los animales, los embriones
tienen una dignidad que merece ser respetada.
Los continuos debates sobre el
aborto, la fecundación artificial, la clonación, no pueden dejar a un lado la
pregunta sobre lo que significa existir como seres humanos. Porque solo si
respondemos adecuadamente a esa pregunta podremos luego afrontar el respeto que
cada uno merece, desde su concepción hasta su muerte.
La antropología ocupa, por lo
tanto, un puesto clave en las numerosas discusiones sobre lo que significa ese
momento inicial de toda existencia humana: el de la concepción gracias a dos
células especializadas, un óvulo y un espermatozoide, que unidos adecuadamente
permiten que arranque la existencia de un hijo que tiene la misma dignidad que
sus padres y que los demás seres humanos.