Anhelar al Dios me ama

P. Fernando Pascual

28-10-2021

 

Dios ama a todos los hombres. Dios me ama también a mí. Reconocer el amor de Dios, experimentarlo, cambia la propia vida.

 

Sin embargo, hay momentos en los que olvidamos el amor que Dios nos tiene, y buscamos otros consuelos que nunca serán suficientes para nuestros corazones.

 

Hemos sido creados con un alma abierta al amor más grande, a la esperanza completa, a la vida verdadera.

 

Todo lo que no sea Dios nunca podrá llenarnos plenamente. Hay, sí, muchas alegrías y amores que embellecen la existencia, pero ninguno tiene la fuerza y la plenitud que encontramos en el Padre de los cielos.

 

Por eso, lo más importante en nuestra vida consiste en buscar ese rostro de Dios, en dejarle en el alma el lugar más destacado.

 

Hacemos nuestro el anhelo del Cantar de los cantares: “En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. (...) Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré al amor de mi alma” (Ct 3,1‑2).

 

Buscamos, anhelamos, a Dios, sobre todo porque sabemos que nos ama, que nos desea, que ha realizado prodigios para que le encontremos.

 

Toda la vida de Cristo, desde la Encarnación hasta su Ascensión a los cielos, muestra ese inmenso amor de Dios por cada uno de sus hijos.

 

Entonces, al contemplar la maravillosa obra de la Redención, empiezo a anhelar al Dios que me ama. Mi vida, así, tiene sentido y se embellece.

 

Recordaré siempre que está preparado un banquete maravilloso donde gustaré, con mis hermanos, las maravillas de un amor que ha iniciado en esta vida y que dura eternamente...