Interesarse por los demás
P. Fernando Pascual
28-10-2021
Notamos en seguida cuándo
alguien se interesa por nosotros. Preguntas sobre la salud, sobre el trabajo,
sobre el cansancio, muestran que una persona desea nuestro bien y quiere acompañarnos
en las fatigas cotidianas.
También nosotros podemos
interesarnos por los demás, verdaderamente, con el deseo de animarlos y
apoyarles en lo que esté de nuestra parte.
Ocurre, sin embargo, que
convivimos de cerca con familiares, amigos, compañeros de trabajo, sin llegar a
conocer situaciones que experimentan y que nos resultan desconocidas.
Por eso, cuando de repente
salta a la vista que este familiar sufre por estrés, que aquel amigo está
pasando un mal momento en su vida matrimonial, nos damos cuenta de que no
habíamos aprendido a acercarnos a su corazón.
Toda persona, es verdad, tiene
su ámbito de reserva, de intimidad. No todos abren sus problemas a los demás.
Muchos prefieren vivir situaciones difíciles sin “molestar” a otros.
Pero también es verdad que
muchos hombres y mujeres desean, quizá sin darse cuenta, tener cerca un apoyo,
una ayuda, un consuelo, sobre todo por parte de aquellos con los que están con
más frecuencia.
Sin invadir la intimidad de
nadie, a veces basta una sencilla pregunta por el otro, por su salud, por su
familia, por su trabajo, para que dejemos abierta una puerta por la que, si lo
desea, ese otro pueda compartirnos algo de sus penas y, por qué no, también de
sus alegrías.
Interesarse por los demás
puede, entonces, llevarnos a ese compartir penas y alegrías que tanto embellece
la existencia humana, y que nos permite hacer presente, en lo cotidiano, esa
gran verdad: todos somos hijos del mismo Padre de los cielos, y, por lo mismo,
hermanos que mucho podemos hacer los unos por los otros.