El aborto presentado como
derecho
P. Fernando Pascual
15-10-2021
Con frecuencia los defensores
del aborto buscan presentarlo como un derecho, una conquista, un bien para la
mujer y para la sociedad.
Este esfuerzo por revestir el
aborto como algo justo y beneficioso ha llevado a diversos Estados y a algunos
organismos internacionales a presentar el aborto como uno de los derechos
humanos.
Quienes observan atentamente
lo que ocurre en cada aborto pueden darse cuenta de la grave injusticia que
provoca, al eliminar en el seno materno a un ser humano en sus primeras fases
de desarrollo.
Juan Pablo II denunció con
fuerza esa mentalidad que presenta el aborto provocado, que es siempre un
delito, como si se tratase de un derecho (cf. encíclica “Evangelium
vitae” n. 11).
No puede ser un derecho, es
decir, una dimensión buena de la existencia humana que merece ser tutelada y
promovida, la eliminación de un hijo antes de su nacimiento.
Las personas y los grupos que
revisten el grave crimen del aborto como si se tratase de un derecho humano, o
de un derecho reproductivo, o de una conquista a favor de las mujeres,
manipulan el lenguaje y buscan revestir el mal bajo apariencia de bien.
Es algo que ha ocurrido tantas
veces en el pasado y ocurre, por desgracia, en el presente. Pero ninguna
injusticia deja de serlo por estar apoyada por leyes democráticas, o por
decisiones de los tribunales, o por un amplio consenso de la opinión pública.
Todo esfuerzo emprendido,
correctamente, por denunciar el aborto en su maldad intrínseca, abre espacios a
un trabajo serio para ayudar a las mujeres en dificultad, de forma que no vean
al propio hijo antes del parto como un enemigo, sino como lo que es: “mi hijo”.
Sobre el tema, podemos
recordar nuevamente a san Juan Pablo II: “En este sentido, se deben poner en
práctica formas discretas y eficaces de acompañamiento de la vida naciente, con
una especial cercanía a aquellas madres que, incluso sin el apoyo del padre, no
tienen miedo de traer al mundo a su hijo y educarlo” (“Evangelium
vitae”, n. 87).
El “pueblo de la vida” (una
expresión que usaba Juan Pablo II) está llamado a promover, con valentía y
lleno de confianza en Dios, ese derecho básico que todos tenemos a la vida, con
medidas concretas que permitan, a las madres en dificultad, recibir un
acompañamiento cercano y eficaz, para su propio bien y para el bien del hijo
que llevan en sus entrañas.