Decir basta

P. Fernando Pascual

15-10-2021

 

Hay momentos en los que necesitamos decir, con firmeza y voluntad, basta.

 

Basta: no puedo seguir navegando a ciegas en Internet.

 

Basta: hay que terminar esta discusión casi surrealista en el chat de la familia.

 

Basta: hay que dejar de comprar compulsivamente nuevos aparatos electrónicos.

 

Basta: hay que interrumpir ese juego que se ha convertido en una obsesión que desgasta.

 

Parece sencillo, pero cuesta, sobre todo cuando el corazón ha quedado atrapado en alguna forma de dependencia que nos hace repetir una y otra vez ciertos comportamientos.

 

Pero por el bien de la familia y los amigos, por el bien de la misma salud del alma y del cuerpo, necesito decir, incluso gritar, ¡basta!

 

Entonces me daré cuenta de que sí había tiempo para visitar a un familiar en problemas, para ayudar a un amigo enfermo, para llamar por teléfono a quien me había pedido un consejo.

 

Ese “basta” de ahora se convierte en una liberación: dejo a un lado lo que se había convertido en obsesión, incluso en dependencia, para empezar a tener mi alma y mi corazón disponibles para mil cosas buenas.

 

Sobre todo, necesito decir un basta firme, generoso, confiado, a mi egoísmo, a mi pecado. Entonces podré dar un sí alegre, lleno de esperanza, a lo que hace realmente bella la existencia humana: el amor a Dios y a los hermanos.