La jaula de los recuerdos

P. Fernando Pascual

18-9-2021

 

Recordamos cómo actuó aquel policía maleducado, cómo humilló un profesor a un compañero, cómo negó su ayuda un “amigo” que tantas veces nos dijo que le pidiésemos cualquier cosa cuando nos viésemos en necesidad.

 

Recordamos también cómo nos curó un médico cordial y alegre, cómo un conocido nos dio buenos consejos para encontrar trabajo, cómo nos escuchó aquel familiar cuando necesitábamos desahogarnos.

 

Los recuerdos sobre lo que otros nos hicieron sirven para forjarnos una idea sobre lo que sean los demás, pero en ocasiones pueden convertirse en una jaula que encasilla a personas o grupos a partir de un acto o una situación del pasado.

 

Por fijarnos solo en dos de los ejemplos anteriores, aquel policía que nos trató con rudeza puede haberse arrepentido, gracias a un consejo o un movimiento interior que le hizo cambiar su modo de ver a los otros, especialmente a quienes cometen infracciones.

 

Aquel médico que nos ayudó con tanto cariño, luego se convirtió en un extorsionador, que presionaba a sus colegas para ocultar acciones indignas, y que pedía una y otra vez dinero a un compañero de trabajo para no denunciarle a los jueces de una grave negligencia profesional.

 

La existencia de cada ser humano está recorrida por cientos de acciones que construyen una biografía, a veces con giros y cambios que jamás habríamos podido imaginar.

 

Las acciones buenas del pasado no impiden que alguien llegue a ser, después de algunos años, una persona intrigante, ambiciosa, vengativa, capaz de cualquier engaño con tal de satisfacer sus deseos desordenados.

 

A su vez, las acciones malas del pasado no cierran el camino a conversiones, a cambios profundos, hasta el punto de que un delincuente “profesional” llega a ser un hombre sencillo, amable, dispuesto a sacrificios heroicos para ayudar a familiares o conocidos.

 

Es cierto que muchas veces las opciones de cada uno llegan a configurar modos de ser que duran mucho tiempo, casi hasta hacer muy difícil cambiar de vida. Pero también es cierto que existen los milagros, y que el corazón humano, cuando se abre a Dios, puede dar un giro inesperado por encima de cualquier previsión.

 

No podemos encerrar a nadie en la jaula de nuestros recuerdos, porque en cada uno hay una chispa de libertad que nos abre a miles de opciones, y que explica esos cambios sorprendentes, esperamos que sean cambios para el bien, que también son parte de esa maravillosa existencia humana.