Dogmatismo e intolerancia
P. Fernando Pascual
11-9-2021
Algunos autores sostienen y
repiten esta idea: el dogmatismo provoca intolerancia. En ocasiones, añaden que
quien considera la propia verdad como la única hacen imposible buscar la
verdad. Y repiten que solo la incertidumbre, la duda, la humildad, hacen viable
el encuentro y el diálogo entre los diferentes.
Estas afirmaciones y parecidas
permiten llegar a la conclusión de que el dogmatismo sería peligroso, mientras
que la falta de dogmas abre espacios a convivencias humanas que excluyan la
violencia sobre los que piensan de modo diferente, de modo especial en lo que
se refiere a las religiones.
Este tipo de propuestas, sin
embargo, encierra una curiosa paradoja. Quien afirma que solo quien reconoce no
haber llegado a la verdad sería alguien tolerante y pacífico, hace esa
afirmación porque cree que es verdadera. Es decir, considera que tiene una
verdad, y, según su misma afirmación, sería intolerante y violento...
Se pueden intentar maneras más
o menos sutiles para evitar esta paradoja, pero quizá lo más correcto, ante el
tema de la posesión de la verdad y su posible relación con la intolerancia y la
violencia, sería reflexionar sobre dos aspectos importantes a tener en cuenta.
El primero es una simple
constatación: prácticamente todos los seres humanos estamos convencidos sobre
la verdad de ciertas afirmaciones. Un gran número de ellas se refieren a
asuntos puntuales y sencillos: esta es mi casa, este es mi puesto de trabajo,
tengo ojos con los que veo colores, el sol produce calor en las paredes.
Otras convicciones se refieren
a temas más complejos y, en muchos casos, difícilmente demostrables para la
mayoría de las personas. Basta con pensar en la convicción que tenemos millones
de seres humanos sobre la existencia de átomos, de electrones y de protones. No
lo ponemos mínimamente en duda, pero no sabríamos cómo demostrar tal
existencia.
El segundo aspecto se refiere
al origen de la intolerancia y la violencia. Acusar al dogmatismo de ser fuente
de esos fenómenos humanos es, simplemente, falso, porque millones de seres
humanos que creen (dogmáticamente) que han alcanzado muchas verdades, no tienen
actitudes ni intolerantes ni violentas.
Incluso es posible constatar
que otros seres humanos, que se declaran antidogmáticos,
que consideran la duda como mecanismo necesario para vivir pacíficamente,
pueden incurrir en actitudes intolerantes, incluso violentas, hacia otros seres
humanos.
Si no surge “automáticamente”
desde el dogmatismo, ¿dónde estaría la causa de la intolerancia y la violencia?
Precisamente en algunas convicciones desde las cuales se llega a concluir que
otros tienen menos derechos, o son inferiores, o merecen ser castigados.
Esas convicciones,
ciertamente, pueden llegar a ser tratadas como “dogmas absolutos” por quienes
las sostienen, pero no por ello se convierten en verdaderas. Porque tener una
convicción, creer que es verdad lo que pienso, no garantiza la validez de esa
convicción.
Por eso, hay que ir a fondo en
el tema de la intolerancia y reconocer que uno de los caminos para superarla
radica en afirmar como verdad que todos los seres humanos somos dignos, y que
la violencia gratuita no puede convertirse en instrumento válido para dirimir
ciertas diferencias.
Afirmar lo anterior implica,
contra la tesis de quienes ven el dogmatismo como intolerante, que la
tolerancia necesita apoyarse en verdades que tienen un valor esencial a la hora
de promover la convivencia entre los seres humanas.
Al mismo tiempo, la tolerancia
necesita discutir, confutar, aquellas tesis que consideran que hay seres
humanos con derechos y otros sin derechos, lo cual es la raíz de tantas formas
de intolerancia y de violencia que han llenado de sangre la historia humana.
Todo ello supone, en resumen,
confiar en la razón humana y en su capacidad de alcanzar verdades. Esas
verdades, luego, se convierten en caminos hacia la fraternidad y la
convivencia, y permiten también dialogar, cuando existen puntos de vista
diferentes, desde el respeto que los otros merecen como miembros de la misma
familia humana.