No exponerse a la tentación
P. Fernando Pascual
22-5-2021
Entre los muchos consejos
espirituales, hay uno que parece sencillo pero que luego no resulta fácil
aplicar: huir de las tentaciones.
Ese consejo está recogido en
algunos actos de dolor, cuando el penitente, en la confesión, propone
firmemente “no volver a pecar, y huir de las ocasiones de pecado”.
La realidad es que las
ocasiones de pecado aparecen muchas veces como si fueran cosas pequeñas,
ingenuas, inocentes, casi un pequeño descanso en medio de tantas tensiones.
Así, quien sabe que tiende al
exceso en el alcohol, se expone a la tentación cuando entra en un bar, o cuando
abre el armario de casa donde están los licores.
O quien sufre por la fuerza de
la lujuria al ver ciertas imágenes en Internet, se expone a la tentación si
entra en aquella página “deportiva” que tiene algunos anuncios con
insinuaciones peligrosas.
O quien ha pecado muchas veces
con su lengua al criticar, incluso calumniar, a otros, tiene su ocasión próxima
de pecado cuando entra en ciertos chats llenos de críticas y de odio hacia
individuos o grupos.
La lista de lugares y de
situaciones que nos exponen al pecado es muy larga, y cada uno puede
identificar aquellas que le afectan de modo más concreto y personal.
Lo importante es formar una
voluntad firme y una mente llena de prudencia, para identificar dónde hay
peligros y así huir de todo aquello que implique exponerse a la tentación,
sobre todo en los ámbitos donde somos más débiles.
En el Padrenuestro, con las
palabras que nos enseñó Cristo, pedimos: “No nos dejes caer en la tentación”.
Esta petición podemos aplicarla también a todo aquello que pueda abrir las
puertas al mal en nuestras vidas.
Entonces, liberados de las
cadenas del pecado, estaremos con el corazón más libre y dispuesto a tantos
ámbitos de bien, de justicia, de belleza, que son parte de la vocación
cristiana y que permiten desarrollar una vida abierta a Dios y al servicio de
nuestros hermanos.