La bioética de V.R. Potter
P. Fernando Pascual
15-5-2021
Han pasado 50 años desde la publicación, en 1971, del primer libro
dedicado por completo a la bioética. Su autor era Van Rensselaer Potter
(1911-2001), y su título significaba todo un programa: “Bioethics.
Bridge to the Future”. El
libro recogía trabajos de años anteriores del mismo autor, y un artículo de
1970 donde ya había usado la palabra “Bioethics”.
El neologismo bioética había sido inventado
hacía varias décadas, en 1927, por el teólogo alemán Fritz Jahr
(1895-1953). Sin embargo, los trabajos de Jahr
quedaron prácticamente en el olvido, mientras que la palabra bioética empezó a
coger fuerza solo después de las publicaciones de Potter.
Releer el libro de Potter, medio siglo después, permite encontrarse
con ideas y estímulos que sirven para afrontar uno de los grandes retos que
tiene el mundo moderno: establecer un puente entre las ciencias humanas
(filosofía, ética, etc.) y las ciencias experimentales, con un objetivo que
conserva su valor: garantizar la supervivencia humana.
Algunos análisis y previsiones de Potter han quedado superadas, pues
dependían, en buena parte, de lo que se pensaba en su tiempo. Pero otras ideas,
como la atención al ambiente, la llamada de alerta ante el peligro de la
escasez de agua, y la posibilidad de hambres futuras, merecen nuestra atención.
Otras ideas y propuestas, en cambio, resultan problemáticas. Por
ejemplo, Potter consideraba al ser humano como un resultado del proceso
evolutivo, explicable como una “máquina”, según un planteamiento mecanicista
que ha tenido y tiene amplia difusión en muchos ambientes intelectuales del
mundo occidental.
Sin embargo, si lo humano fuese explicable solo a través de la materia
en su desarrollo, carecería de dignidad, y no se vería por qué habría un deber
ético de luchar por la propia supervivencia. Además, basta un buen análisis de
nuestros comportamientos libres y de nuestras reflexiones intelectuales, para
reconocer que somos mucho más que simples máquinas.
Otro tema importante defendido por Potter se refiere a los mecanismos
de autocontrol que la evolución habría ofrecido a la especie humana, y a la
necesidad de atender y orientar tales mecanismos para luchar a favor de la
propia supervivencia.
Pero, por desgracia, en muchos seres humanos existe un insaciable
deseo de consumir y agotar recursos del planeta, lo cual ha causado y causa
grandes males. Se demuestra así que el autocontrol no siempre ha funcionado, y
que puede fracasar completamente, por ejemplo, si un día se llegase a una
catastrófica guerra nuclear.
Aunque existen límites y puntos corregibles en los planteamientos y
análisis de Potter, otros conservan una actualidad sorprendente. Por ejemplo,
su defensa de promover un mayor ejercicio físico para potenciar la capacidad
humana de resistir ante situaciones adversas, de “stress”.
En cierto modo, las tensiones y problemas surgidos a partir de la
pandemia del Covid-19 han puesto en evidencia la necesidad de hacernos fuertes
ante las contrariedades que rodean nuestra existencia. La noción de “resiliencia”
se encuadraría bastante bien en las reflexiones de Potter sobre este punto.
Han pasado 50 años desde que Potter despertase el interés por el
puente que la bioética puede ofrecer al pensamiento humano entre lo que
conocemos del mundo gracias a la ciencia, y las responsabilidades que tenemos a
la hora de aplicar nuestros conocimientos, en vistas a un objetivo básico:
dejar abiertos espacios para que la vida en el planeta que habitamos pueda
seguir adelante por muchos años y en buenas condiciones de calidad.