Benedicto XVI y Dante
Alighieri
P. Fernando Pascual
17-4-2021
Durante el pontificado de
Benedicto XVI (2005-2013) no hubo ninguna importante ocasión para recordar a
Dante, el famoso poeta florentino. Antes de ser Papa, Joseph Ratzinger mostró
su aprecio por Dante, lo cual quedó plasmado en algunos pasajes de su obra
“Introducción al cristianismo”.
Ya siendo Papa, un discurso
del 23 de enero de 2006, dirigido a los participantes en un congreso llevado a
cabo por el consejo pontificio “Cor Unum”, ofrece algunas ideas más elaboradas, que ahora
presentamos.
En los momentos iniciales del
discurso, Benedicto XVI califica la “Divina Comedia” como una “excursión
cósmica”, que “termina ante la Luz perenne que es Dios mismo, ante la Luz que
es a la vez ‘el amor que mueve el sol y las demás estrellas’ (Paraíso,
XXXIII, v. 145)”.
En seguida, se ponen en
relación los términos “luz” y “amor”, que serían la misma cosa. “Son la fuerza
creadora primordial que mueve el universo. Aunque estas palabras del Paraíso
de Dante reflejan el pensamiento de Aristóteles, que veía en el eros la
fuerza que mueve el mundo, la mirada de Dante vislumbra algo totalmente nuevo e
inimaginable para el filósofo griego. No solo que la Luz eterna se presenta en
tres círculos a los que él se dirige con los densos versos que conocemos: ‘Oh
Luz eterna, que en ti solamente resides, que sola te comprendes, y que siendo
por ti a la vez inteligente y entendida, te amas y te complaces en ti misma’ (Paraíso,
XXXIII, vv. 124-126)”.
El Papa añade que hay algo más
conmovedor que el conocer, gracias a la revelación, a Dios como Trinidad, como
un círculo “de conocimiento y amor”. Se trata de percibir “un rostro humano, el
rostro de Jesucristo, que se le presenta a Dante en el círculo central de la
Luz. Dios, Luz infinita, cuyo misterio inconmensurable el filósofo griego había
intuido, este Dios tiene un rostro humano y, podemos añadir, un corazón
humano”.
De esta manera, sigue
Benedicto XVI, la “visión de Dante muestra, por una parte, la continuidad entre
la fe cristiana en Dios y la búsqueda realizada por la razón y por el mundo de
las religiones; pero, al mismo tiempo, destaca también la novedad que supera
toda búsqueda humana, la novedad que solo Dios mismo podía revelarnos: la
novedad de un amor que ha impulsado a Dios a asumir un rostro humano, más aún,
a asumir carne y sangre, el ser humano entero. El eros de Dios no es
solo una fuerza cósmica primordial; es amor, que ha creado al hombre y se
inclina hacia él, como se inclinó el buen samaritano hacia el hombre herido y
despojado, tendido al borde del camino que bajaba de Jerusalén a Jericó”.
En este momento del discurso,
Benedicto XVI tiende un puente entre ideas de Dante y su encíclica sobre el
amor, “Deus caritas est”, en la que buscaba
“expresar, para nuestro tiempo y para nuestra existencia, algo de lo que Dante,
en su visión, sintetizó de modo audaz. Narra una ‘visión’ que se ‘reforzaba’
mientras él la contemplaba y que lo transformaba interiormente (cf. Paraíso,
XXXIII, vv. 112-114). Se trata precisamente de que la fe se convierta en una
visión-comprensión que nos transforme. Yo deseaba destacar la centralidad de la
fe en Dios, en el Dios que asumió un rostro humano y un corazón
humano. La fe no es una teoría que se puede seguir o abandonar. Es algo muy
concreto: es el criterio que decide nuestro estilo de vida”.
Dante, según este importante
discurso del Papa Ratzinger, muestra cómo la fe cristiana enriquece la búsqueda
racional del hombre, al descubrir el rostro humano de Dios en Cristo, y así
acceder al motivo que explica la acción creadora y redentora de quien es Amor y
atrae hacia Sí a todos los seres.