La incansable pregunta sobre los fines

P. Fernando Pascual

5-4-2021

 

Es una pregunta que surge continuamente: ¿para qué sirve este botón del microondas? ¿Para qué hay una palanca a la izquierda del volante? ¿Para qué me está llamando tantas veces un amigo? ¿Para qué han organizado la última huelga de transportes?

 

Al preguntar sobre el fin de un objeto o de las acciones de una persona, suponemos que ese objeto o esa persona tienen un sentido, actúan orientados hacia una meta, se comprenden desde la relación con un objetivo.

 

A veces la pregunta sobre los fines no encuentra respuesta: parece extraño preguntar sobre el fin de una conversación intranscendente. Sin embargo, incluso esa conversación puede tener un fin tan sencillo como “matar el tiempo”; o, en no pocos casos, un fin más complejo: retener al otro en la conversación...

 

La incansable pregunta sobre los fines surge, por lo tanto, cuando reconocemos que hay realidades que encuentran su sentido precisamente por estar ordenadas hacia algo distinto de ellas mismas, o a la propia autoconservación (que también es un fin, como vemos en los seres vivos).

 

Entre los fines, como ya había expuesto Aristóteles, algunos son intermedios. Por ejemplo, uno hace un martillo porque tiene como fin usarlo para fijar clavos en las paredes. Poner clavos es un medio para colgar un cuadro en esa habitación. Poner en cuadro tiene como fin recordar a un familiar allí representado o dar un toque de belleza en esa pared.

 

También Aristóteles notaba que no podemos hacer una cadena infinita de medios y fines: hemos de llegar a una respuesta que explique toda la serie de conexiones entre unos fines y otros, hasta llegar a un fin definitivo, a una meta que dé sentido a toda la serie de fines intermedios.

 

Ese “fin final”, decisivo, puede recibir diversos nombres: felicidad completa, plena realización, objetivo último. Pero no es fácil de conceptualizar, sobre todo cuando la experiencia nos muestra cómo nada en este mundo parece definitivo, y cómo las metas que parecían más gratificantes luego nos aburren y buscamos hacer otras actividades.

 

En el horizonte de la vida cristiana, el fin definitivo, el que responde al último porqué de todas nuestras acciones orientadas a lo bueno, es Dios. Porque Dios no es una etapa más en un camino interminable, sino Aquel ser personal que lleva a plenitud las aspiraciones del corazón humano.

 

Este día tomaré decisiones, que van desde el preparar un desayuno con un fin concreto (asegurarme energías para el trabajo de la mañana), hasta el ir a dormir por la noche para descansar un poco.

 

En cada decisión, la pregunta sobre el fin de lo que escojo me pone ante mis responsabilidades y me interpela a pensar con calma antes de orientarme a hacer esto o lo otro. Porque, si he pensado y elegido bien, mi vida estará mejor dirigida hacia el fin y la meta que da su sentido pleno a todo: amar a Dios y amar a los hermanos...