Abrir las ventanas a Dios
P. Fernando Pascual
13-3-2021
El mundo moderno ha levantado
rascacielos, ha pavimentado carreteras, ha instalado complicados sistemas
eléctricos, ha conectado millones de aparatos en redes informáticas.
Ese mundo moderno, sin embargo,
corre el riesgo de encerrarse en sí mismo y limitarse a ver solo las propias
paredes o las pantallas llenas de imágenes creadas por la técnica, mientras
olvida que existe mucho, muchísimo, más allá de lo que la técnica pueda
ofrecer.
Es una de las ideas que
ofreció el Papa Benedicto XVI en un discurso pronunciado en Alemania el año
2011. Estas fueron las palabras del Papa:
“La razón positivista, que se
presenta de modo exclusivo y que no es capaz de percibir nada más que aquello
que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en
los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, sin querer recibir ya
ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en
este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los recursos de
Dios, que transformamos en productos nuestros. Es necesario volver a abrir las
ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la
tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo” (Benedicto XVI, discurso en
el Parlamento Federal, Berlín, 22 de septiembre de 2011).
En ese mismo discurso el Papa
señalaba la importancia que se está dando a la ecología en los últimos años. En
cierto modo, tal importancia significa un reconocimiento de que el mundo que
tenemos no es simple objeto a disposición de cualquier deseo humano, sino algo
recibido, algo que nos sustenta.
Al mismo tiempo, Benedicto XVI
hablaba de la importancia de una “ecología del hombre”, que también tiene que
ser respetada si queremos realmente lograr un desarrollo armónico de nuestro
ser. Estas fueron sus palabras en el discurso antes citado:
“También el hombre posee una
naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre
no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a
sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es
justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo
que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y solo de esta manera, se
realiza la verdadera libertad humana”.
La técnica cambia el mundo. La
técnica puede modificar partes del cuerpo humano y alterar incluso funciones
importantes del cerebro. Pero la técnica necesita reconocer que hay límites que
deben ser respetados, que hay realidades más allá de los muros de nuestras
ciudades o de las pantallas de nuestras computadoras.
Solo desde el reconocimiento
de la causa de la cual procede el ser humano y el mundo que le mantiene en su
existencia terrena, es posible repensar nuestros modos de vivir, para abrirlos
a una transcendencia, a un Dios, que es el origen de todo, y que también es la
meta en la que encontraremos esa felicidad y plenitud que tanto anhelamos.