Vences mi pecado
P. Fernando Pascual
20-3-2021
El pecado nos asedia de mil
modos. Pasiones, malos ejemplos, conversaciones, recuerdos de un pasado turbio,
lecturas, imágenes en el móvil o en la pantalla de la computadora.
Experimento mi vulnerabilidad:
basta muy poco para que consienta en un mal pensamiento, en una crítica dañina,
en un “robo pequeño”, en una trampa en el trabajo.
Tras el pecado, el corazón
experimenta esa pena que acompaña todo acto malo y que puede ayudarme al
arrepentimiento, si me abro a la misericordia divina y si estoy dispuesto a
reparar el daño que haya causado en otros.
Necesito recordar, cada vez
que el pecado entra en mi vida o en la vida de otros, que Dios ama a los
hombres. A todos y a cada uno, con nuestras historias, con nuestros
condicionamientos, con nuestros sueños y desencantos.
Por eso, como tantos hombres y
mujeres que se acercan llenos de confianza a Cristo, puedo experimentar
inmediatamente, de un modo sorprendente, una mirada misericordiosa que me
invita al arrepentimiento.
Experimento esa mirada gracias
a la entrega total, humilde, maravillosa, de Cristo al deseo que el Padre tiene
respecto de toda la humanidad: que todos puedan salvarse, que todos
reencuentren la esperanza.
Por eso, cuando miro al cielo,
o cuando contemplo un crucifijo, puedo decirle a Dios ¡gracias!
Sí: gracias, porque vences mi
pecado. Gracias, porque tu Amor es más fuerte que todo mi egoísmo. Gracias,
porque tu misericordia no tiene límites. Gracias, porque me enseñas a perdonar
puesto que antes he sido perdonado.
Este día, Padre, reconozco que
has iniciado mi rescate. Me enviaste al Hijo simplemente por amor. Me regalaste
el Espíritu Santo, para que ese amor entrase en mi vida y la transformase desde
dentro.
Por eso, aunque mis pecados me
confundan, aunque el maligno quiera quitarme la esperanza, hoy, y cada día,
aprenderé a ponerme en tus manos, y repetiré las palabras que nos enseñó tu
Hijo: “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden...”. Amén.