Más allá de cada biografía

P. Fernando Pascual

6-3-2021

 

Las biografías reflejan detalles conocidos, hechos importantes, rutinas y otros aspectos que caracterizan la vida de una persona. Pero no pueden recoger dimensiones que escapan a la mirada de los observadores más atentos.

 

Una biografía puede describir la rutina de aquel filósofo, que todos los días se levantaba y se acostaba a la misma hora. Pero no conoce las dudas y los tormentos que le afligían en momentos de soledad.

 

Una biografía puede hacer un cuadro de cómo vestían los cortesanos que rodeaban a un rey famoso. Pero no tiene ninguna información de algunos pobres que eran ayudados directamente por ese rey.

 

Una biografía puede fijarse en el temperamento y los tics de un novelista exitoso. Pero no sabe que ese novelista era indiferente ante los aplausos y sufría por un cariño no correspondido.

 

Una biografía puede detenerse en el alcoholismo y la dependencia a las apuestas de aquel político. Pero nada comenta sobre sus arrepentimientos sinceros y sobre su lucha por salir de esos vicios.

 

Más allá de cada biografía, de personas famosos o de familiares fallecidos sobre los que hablamos en una tarde de verano, los seres humanos han reído o llorado, han odiado o amado, han sido egoístas o generosos, en formas que muchas veces resultan desconocidas para sus contemporáneos y para las generaciones futuras.

 

Lo que ocurre dentro de cada ser humano, desde que se levanta hasta que se acuesta, solo lo conoce plenamente Dios. Un Dios que es Padre, que es Justo, que es Misericordioso. Un Dios que a todos y a cada uno ha dado y da oportunidades para que puedan recorrer el buen camino.

 

Las biografías, incluso las mejores, no pueden entrar en lo íntimo de las personas. En ocasiones, por desgracia, se basan en suposiciones, falsedades o calumnias que están muy lejos de la verdad.

 

La historia verdadera, completa, la que habla del rey y del soldado, de una madre o de un hijo, de un abogado o de un carpintero, es tan rica y tan compleja que nadie podrá conocerla ni narrarla en este mundo.

 

Solo Dios, que sabe lo que hay dentro de cada uno, la tiene ante sí. Ese Dios sabrá acoger a sus hijos desde la verdad de biografías escondidas ante los ojos humanos, pero plenamente asequibles para su corazón de Padre.