La paciencia misericordiosa de
Dios
P. Fernando Pascual
27-2-2021
Hay pecados que se repiten una
y otra vez. El mal hábito tiene raíces profundas. La lengua está fuera de
control. Los ojos han perdido la limpieza. El corazón está encadenado a la
avaricia por bienes materiales.
Surge entonces la tentación
del desaliento. Una voz interior susurra que no podremos dejar ese vicio, que
el pecado es más potente que nuestros mejores propósitos, que el arrepiento
parece más fachada que realidad.
Frente a esa tentación, el
cristiano puede recordar el mensaje de Cristo, que nunca deja de amarnos, que
tiene una paciencia infinita, que ofrece a todos la misericordia.
Es cierto que no podemos
cruzarnos de brazos como si no tuviéramos nada que hacer: muchas veces resulta
posible tomar propósitos realmente eficaces en un simple nivel humano.
Pero también es cierto que
reconocer la paciencia misericordiosa de Dios nos da ánimos, nos permite
levantarnos nuevamente, nos impulsa a pedir perdón en el sacramento de la penitencia.
Esa paciencia divina se
explica simplemente como parte del amor. Un amor que nos creó. Un amor que
sigue presente en la redención. Un amor que no se cansa de buscar, por más
lejos que esté, a la oveja perdida.
Por eso, cada vez que el
pecado nos muerda de modo repetitivo, casi monótono, podemos levantar nuestro
corazón para mirar al cielo y renovar nuestra confianza completa en la
misericordia divina.
Entonces se hará presente, en
este momento particular de mi vida, el gran mensaje de Cristo, que vino no por
los justos, sino por los pecadores (cf. Mc 2,17), y que se ha presentado
como el Buen Pastor dispuesto a dar la vida por cada una de sus ovejas... (cf. Jn 10).