COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO: 7

Padre Arnaldo Bazán

Mas cuando los entreguen, no se preocupen ustedes de cómo o qué van a hablar. Lo que tengan que hablar se les comunicará en aquel momento. Porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes”(10,19-20).

Cuando uno conoce la gran cantidad de mártires cristianos que ha habido, ciertamente millones a través de los veinte siglos que han pasado, uno tiene que preguntarse cuál ha sido la fuerza que les ha permitido mantenerse firmes frente a la persecución y la muerte.

En estos dos versículos tenemos la respuesta. La fuerza viene del Señor. Sea para hablar frente a los jueces, sea para sufrir las peores torturas, sea para aceptar muertes horrendas.

El Espíritu de nuestro Padre estará siempre ahí, para que sepamos decir lo que hace falta decir, o soportar lo que haya que sufrir.

El papa Benedicto XVI, en su enciclicaSpe Salvi” nos ofrece el testimonio de un mártir vietnamita que murió en el 1857. Quisiera que recordaramos sus palabras, escritas casi con sangre, que el papa llama “carta desde el infierno”: “Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, les quiero explicar las tribulaciones en que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor de Dios, alaben conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia (cf. Sal 136). Esta cárcel es un verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son grillos, cadenas de hierro y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes, peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y, finalmente, angustias y tristeza. Pero Dios, que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno de fuego, está siempre conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia. En medio de estos tormentos, que aterrorizarían a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo”.

El testimonio de este mártir, al que podríamos añadir otros muchos que se conservan, tiene que hacernos pensar en las palabras de Jesús, quien nos prometió “estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

El seguimiento de Cristo puede traernos sufrimientos. Eso El nos lo dijo claramente. Nunca nos ocultó que sería una tarea difícil, pero posible si contamos con el auxilio del Espiritu Santo.

Recordemos sus palabras: “En el mundo, ustedes habrán de sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Juan 16,33).