COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO DÉCIMO: 5

Padre Arnaldo Bazán

“En la ciudad o pueblo en que entren, infórmense de quién hay en él digno, y queden allí hasta que salgan. Al entrar en la casa, salúdenla. Si la casa es digna, llegue a ella su paz; mas si no es digna, su paz se vuelva a ustedes. Y si no se les recibe ni se escuchan sus palabras, salgan de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de sus pies. Yo les aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad”(10,11-15).

Entre los sabios consejos que Jesús da a los apóstoles, a quienes ha enviado para que se vayan entrenando en las tareas apostólicas, está la de escoger una casa en la que van a quedarse durante su estancia en la ciudad o pueblo.

No se trata de escoger las casas de los ricos ni las que puedan ofrecerles mayor comodidad, sino la de una familia que sea digna, comenzando por el dueño de la morada.

Seguramente que para la gente observante de la Ley en cualquier pueblo, resultaría un honor tener en su casa a alguien que predique la Palabra de Dios.

Jesús insiste, sin embargo, en que no anden cambiando de casa, pues aparte de que podría ofender a los que primero la ofrecieron, podría devenir en discusiones sobre quién sería el más digno de recibir a Aquel enviado de Dios.

No olvidemos que en esos tiempos ofrecer hospitalidad era algo sagrado, y la gente trataba de cumplir con lo que era su deber.

Esta será también, en adelante, una característica de los cristianos. Leemos en Hebreos 13,2: “No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles”.

Y Jesús, entre las acciones por las que seremos juzgados en el día del juicio coloca ésta: “era forastero, y ustedes me acogieron” (Mateo 25,35).

Jesús también recalca la importancia de ofrecer la paz a los que se visita, no sólo en las casas donde uno se quede, sino también en las que se visitan.

No olvidemos que si hay guerras grandes, también las hay pequeñas, y muchas de éstas se desarrollan en los hogares, con discusiones y pleitos entre esposos, entre padres e hijos, o éstos entre sí.

Es muy severa la forma en que Jesús advierte que serán juzgados aquellos que no reciben o rechazan la palabra de los enviados de Dios, cuando éstos lo son de verdad. Se puede rechazar a quienes consideremos que son impostores que nos quieren apartar de la verdadera Iglesia de Cristo.

Desgraciadamente, en nuestros días, resulta difícil, con frecuencia, ofrecer hospitalidad, pues hay quienes la aprovechan para hacer daño.