COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO DÉCIMO: 2
Padre Arnaldo Bazán
“Los
nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su
hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé;
Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y
Judas el Iscariote, el mismo que le entregó” (10,2-4).
Jesús escogió a doce hombres de los
que ni siquiera hoy sabemos mucho de su vida. No fue el interés de los primeros
escritores cristianos destacar lo que hicieron, sino por Quién lo hicieron.
Incluso el libro que se llama
“Hechos de los Apóstoles” no nos da mucha información sobre la mayoría de
ellos. Como fue escrito por Lucas, discípulo de Pablo, que posiblemente sólo
conoció a algunos de ellos, se centra más bien en las tareas apostólicas de
Pedro y sobre todo de Pablo.
Recordemos que Lucas no era judío,
y se convirtió al cristianismo oyendo las prédicas de Pablo.
De estos doce uno traicionó a
Jesús, Judas, el llamado Iscariote. Y los demás, sin llegar a traicionarlo,
mostraron cobardía y abandono en los momentos difíciles de la Pasión y Muerte
de su Maestro. La única excepción fue Juan, que quizá por ser soltero no
tendría obligaciones familiares que cumplir.
Ciertamente todos ellos eran
judíos. Y si Jesús los escogió en número de doce fue para significar que su
Iglesia, el Nuevo Pueblo de Dios, estaría asentada sobre estos doce, así como el
Pueblo de la Antigua Alianza lo fue en las cabezas de las doce tribus que
conformaban Israel.
De algunos sabemos que eran
pescadores. Había entre ellos un publicano o recaudador de impuestos, Mateo. Y
de otros no sabemos a qué se dedicaban. La mayoría eran casados, quizás con la
excepción de Juan, algo de lo que apenas se habla en los evangelios.
¿Por qué Jesús los escogió a ellos?
Ni lo sabemos ni podemos conocer las razones de la elección. Dios tiene sus
propios caminos y sabemos que “sabe escribir derecho con renglones torcidos”.
La vocación es un misterio, y sólo
el que la siente puede verse impulsado a cumplir lo que Dios le pide.
Vemos que estos hombres, no importa
lo rudos o ignorantes que fuesen, respondieron todos al llamado y lo entregaron
todo al Señor. Quizás al principio pudieron albergar ilusiones de una vida
mejor, pero luego comprendieron que la recompensa no la verían en la tierra. Lo
que pudo ser la causa de la decepción de Judas.
Ellos no fueron, desde luego, los
únicos llamados. Cada discípulo de Jesús tiene que ser un apóstol para los que
le rodean.