COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
NOVENO: 16
Padre
Arnaldo Bazan
“Y
al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y
abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: “La
mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe
obreros a su mies”(9,36-38).
Podríamos decir, sin lugar a dudas,
de que hoy Jesús siente la misma compasión por la muchedumbre, quizás una mayoria de los seres que hoy habitan la tierra, que son
también como ovejas sin pastor.
Sólo hay que ver que de los seis
mil y medio millones de personas que pueblan el planeta, sólo una minoría se
declara cristiana. Y de esos cristianos, ¿cuántos lo son de verdad? El ser
humano ha sido, desde su misma creación, rebelde a Dios. Lo vemos en el libro
del Génesis con la primera pareja a la que el Altísimo diera vida. Y así ha
seguido siempre hasta hoy.
Si a esto añadimos los muchos
errores y pecados, cometidos por quienes debieran ser los ejemplos para los que
no conocen a Dios, podemos imaginar lo abandonadas que espiritualmente se
encuentran cientos de millones de personas.
Eso no significa que en sus
corazones estas muchedumbres no sientan el hambre de Dios. Sabemos que, fuera
de una pequeña minoría, los seres humanos han creído en un Ser Supremo y han
clamado a El por ayuda. También ahora es esto una
realidad.
Los ateos, como tales, son pocos, y
muchos de ellos lo son porque no han tenido la oportunidad de conocer al
verdadero Dios, y han rechazado al “dios” falso que ellos mismos se han
imaginado. Puede que los creyentes tengamos en eso también nuestra
responsabilidad.
Aunque es cierto que necesitamos
sacerdotes, religiosos y religiosas, en fin, personas consagradas, no lo es
menos que no hay en los cristianos el convencimiento de que, sin excepción,
todos debemos ser evangelizadores, propagadores de la Buena Noticia de
salvación que Jesús nos anunció y con su muerte y resurrección hizo realidad.
Si bien el Papa y los obispos
deberán multiplicar esfuerzos para aumentar el número de los “obreros” que
trabajan en el campo del mundo, todos tenemos que orar como nos pide Jesús.
Dios está suscitando vocaciones por
todas partes, pero muchos, por diversas razones, no están respondiendo a su
llamada. Oremos, pues, para que la escasez que tenemos de ministros idóneos se
transforme en un aumento constante que permita llevar la Palabra de Dios hasta
los últimos rincones de la tierra.
Arnaldo Bazán