COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO NOVENO: 12

Padre Arnaldo Bazan

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: “¡Retírense! La muchacha no ha muerto; está dormida” Y se burlaban de él. Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó.Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca (9,23-26).

Era costumbre en aquellos tiempos y lugares, el aumentar la real aflicción de los que perdían un ser querido con música y gemidos propios para la ocasión.

Aquí se nos habla de los flautistas, que eran músicos profesionales siempre a la mano para ir a las casas de los difuntos a tocar melodías lugubres, como para afirmar la tristeza allí imperante.

Por si esto fuera poco, también se solían contratar mujeres entrenadas para lanzar gritos de dolor, a quienes llamaban “plañideras”. Aunque en esta escena los evangelistas no las señalan específicamente, se puede deducir su presencia por lo que dice Marcos 5,38, que cuando llegaron a la casa encontraron “a los que lloraban y plañían”. Son mencionadas en Jeremías 9,16-17.

Es curiosa la reacción de la gente, que del llanto pasan a la risa cuando Jesús les aclara que la niña no estaba muerta, sino sólo dormida. Así es de osada la incredulidad de aquellos que no aceptan nada que no puedan comprobar por sí mismos. Y los presentes “sabían” que la niña estaba bien muerta.

Aunque el milagro es indiscutible, pues por aquellos tiempos no existían las técnicas de resucitación que hoy tenemos, ya que se sabe que de la muerte aparente a la real puede medir un tiempo de algunas horas, sólo la presencia de Jesús salvó a la niña.

Además, si la niña estaba sufriendo de alguna enfermedad que la llevó a la muerte, el Señor la sanó completamente, para admiración y alegría de sus padres y de todos los presentes.

Hoy en día la resucitación es cosa frecuente en clínicas y hospitales. Pero en aquellos tiempos tuvo que causar una fuerte impresión lo que Jesús hizo con la hija de Jairo.

Por eso los evangelistas señalan, con razón. que la noticia se divulgó por toda la comarca. No era para menos, aunque eso no significó, necesariamente, que se aumentase el número de los discípulos de Jesús.

Hoy el Señor sigue realizando prodigios, muchos de los cuales, por frecuentes, no nos llaman la atención. Sólo con mirar las maravillas del Universo tendríamos que quedar estupefactos ante el poder y grandeza de Dios. Sin embargo muchos siguen pensando que todo es obra del azar, como si creer esto fuera más sensato que creer en un Dios Creador.

Arnaldo Bazán