Pecado original, pelagianismo
y revolución
P. Fernando Pascual
31-1-2021
Las discusiones sobre el
pecado original no solo se colocan en un ámbito teológico, sino que pueden
tener importantes consecuencias en la filosofía y en la historia humana.
Esa es una de las tesis que se
encuentran en una obra de Augusto Del Noce, filósofo
italiano del siglo XX, titulada “El problema del ateísmo”. Entre los muchos
aspectos estudiados por Del Noce, uno se refiere a la
relación entre quienes niegan el pecado original, el pelagianismo, y la
revolución.
En concreto, la mirada de este
pensador italiano se dirige al Iluminismo, especialmente a Rousseau. Para el
Iluminismo, no existiría pecado original y, por lo tanto, tampoco sería
necesario recurrir a una intervención divina (Redención, gracia) para
rescatarnos del mismo.
Estas tesis se plasman en
Rousseau con una serie de proposiciones: existen Dios, la libertad y la
inmortalidad, pero no existen ni pecado ni gracia.
Establecidos estos postulados,
surge con fuerza la idea de revolución, entendida como el esfuerzo meramente
humano por recuperar la bondad natural dañada por culpa de estructuras sociales
que impiden vivir plenamente como hombres.
En esa perspectiva, según
observa Del Noce, la idea de liberación (o redención)
religiosa queda sustituida por la idea de revolución, hecha por los hombres y
para los hombres. Lo cual, en un contexto cada vez más lejano al cristianismo,
significa volver a propuestas de tipo pelagiano: el hombre puede salvarse sin
necesidad de Dios.
Al mismo tiempo, el problema
del mal, que a pesar de tantos progresos científicos y técnicos sigue presente
en nuestros días, no sería analizado en una perspectiva religiosa, sino que
habría que considerarlo como algo social, político, que podría ser superado con
un cambio radical en las estructuras.
A pesar de que Rousseau
todavía aceptaba, filosóficamente, a Dios, el movimiento cultural que surge
desde el racionalismo iría poco a poco avanzando hacia posiciones cada vez más
lejanas respecto de Dios, hasta confluir en las diversas formas de ateísmo que
han adquirido una importancia única en la historia de la humanidad en los
últimos dos siglos.
Augusto Del Noce tiene muchos otros análisis sobre el fenómeno del
ateísmo que merecen ser estudiados más a fondo. Aquí la mirada se ha limitado a
un punto concreto y de una actualidad sorprendente: si negamos el pecado
(original o personal), no hace falta esperar una salvación por parte de Dios, y
solo queda el esfuerzo del hombre que busca salvarse por sí mismo.
Ese esfuerzo, como han
demostrado experiencias terribles del siglo XX (comunismo, nazismo, entre otros
movimientos revolucionarios), no es suficiente, y puede llevar a un paradójico
aumento del mal que se deseaba eliminar.
Por eso hace falta dirigir la
mirada al mensaje de salvación que encontramos en la Biblia y que tiene su
culmen en la vida, predicación, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo del
Padre e Hijo de la Virgen María, Redentor del mundo y esperanza para todos
aquellos que buscamos la liberación profunda y definitiva del pecado y de la
muerte.
(Para profundizar en el tema, cf.
Augusto Del Noce, “Il problema dell'ateismo. Il concetto di ateismo e la storia
della filosofia come problema”, Il Mulino, Bologna 1964).