EDUCACIÓN
SEXUAL
Padre
Arnaldo Bazán
Este término, "educación
sexual", ha sido entendido de muchas maneras y no siempre, precisamente,
en la forma más correcta.
Voy a decirlo claramente: Educación
sexual no es sinónimo de información sobre el sexo. Esto último es un factor
complementario, importante, si se quiere, pero no primordial.
Por ahí andan cantidad de personas
sufriendo toda clase de taras y aberraciones que, sin embargo, poseen un
conocimiento amplio y científico acerca del sexo.
La educación depende, más que nada,
del ambiente en el que uno se desarrolla, sobre todo, durante los primeros años
de la vida.
La educación sexual exige padres
que, ante todo, sean esposos que vivan su amor y su entrega sexual en forma
satisfactoria, ofreciendo a los hijos la oportunidad de crecer formando parte
de una experiencia positiva.
Cuando los hijos tienen la
posibilidad de captar la realidad del amor de sus padres, están recibiendo la
mejor lección, sin palabras, sobre educación sexual.
Nunca deberán los hijos ser
testigos de la vida sexual de sus padres, pero sí resulta muy conveniente que
ellos puedan apreciar la forma delicada, amable y tierna con la que sus
progenitores se tratan, en forma espontánea y sin fingimientos o hipocresías.
Los padres deben estar atentos al
desarrollo sico-sexual de los hijos, para irlos
ayudando en el temprano descubrimiento de su condición sexuada, de modo que
esto no represente un choque negativo.
Estas preguntas que muchos padres
consideran tan enojosas pueden ser una ocasión inestimable para entablar un
diálogo que no debe cesar durante todos los años de la formación.
Cada pregunta de un hijo debe
encontrar la respuesta concreta o, al menos, la sinceridad, por parte de los
padres, de confesar la propia ignorancia y prometer ofrecer la respuesta
posteriormente.
Para cada edad hay que usar del
lenguaje adecuado. No se trata de dar cátedras profundas, sino de satisfacer la
sana curiosidad de los hijos con palabras sencillas.
El hijo pasará por alto que el padre
no sepa contestarle en el momento, y apreciará su esfuerzo por encontrar la
respuesta adecuada, pero nunca olvidará el rechazo y la represión, que quedarán
grabados en su mente y podrán convertirse, eventualmente, en causa de
perturbación.
Si los padres cometen el error de
dejar sin respuestas las preguntas de los hijos o, lo que es peor, salirles con
una mentira o con un regaño, los estarán impulsando a buscar en rincones
oscuros lo que debe aparecer ante ellos con toda claridad y sin tapujos.
De la actuación, acertada o no, de
los padres, resultará la visión temprana que los hijos tengan del sexo, lo que
seguramente ha de repercutir en su vida adulta.
Los hijos deben estar orientados
para ver la propia sexualidad como algo hermoso, regalo magnífico de Dios, que
es fuente de inspiración y alegría cuando se orienta al encuentro del amor y de
la felicidad del que ha de escogerse como compañero o compañera de la vida.
Pero puede ser que la incapacidad
de los padres los desoriente y, como tantas veces ha ocurrido, sólo vean en la
sexualidad un instrumento de placer egoísta al que acuden sin descubrir su
auténtico significado.
Por eso es tan frecuente que para
muchos el sexo sea sinónimo de placer carnal, que se busca sin apenas
identificar al que lo da, pues se le ha privado de su real valor humano. Se
actúa peor que las bestias.
Una educación que no inculque
profundamente en los hijos la idea de que la sexualidad no se termina en el
placer que deriva del uso de los órganos genitales, sino que tiene que verse integrada
en la realidad total de la persona humana, espíritu y cuerpo, estaría
frustrando su propia finalidad.
El proceso de desarrollo sico-sexual exige, por otra parte, la oportunidad de una
debida identificación de los hijos con el progenitor del propio sexo. ¿Cómo
puede darse esto si el padre o la madre se mantienen apartados de la prole, sin
darles la atención debida?
Una identificación incorrecta puede
originar serios trastornos en la personalidad, que podrían generar la
homosexualidad o algún tipo de desviación o aberración.
Por eso es imprescindible que en el
hogar estén siempre abiertos los canales de comunicación sobre la base de la
confianza, la verdad y el amor.
Todo hijo tendrá que enfrentarse a
muchas otras influencias aparte de la de sus padres. Con eso hay que contar,
pues es imposible mantenerlos aislados. Mejor aún, no hay por qué pensar que el
hogar tiene que convertirse en una cárcel, que impida la normal comunicación de
los que han venido al mundo, no para ser islas, sino seres sociales llamados a
una relación amplia con sus semejantes.
La experiencia nos enseña que
aquellos padres que han confundido la inocencia con la ignorancia, y quieren
tener a sus hijos "en un puño", para que no se perviertan, sólo
consiguen reacciones contraproducentes.
Un clima de confianza y libertad es
lo más adecuado para hacer desarrollar una personalidad hasta llegar a su
realización plena.
Cuando la comunicación se cambia
por represión los padres dejan de ser educadore para
convertirse en dictadores. Los hijos, como respuesta, tratarán de hacer
exactamente lo contrario a lo que se les dice y enseña.
Esta forma de actuar de no pocos
padres explica las tantas locuras que hoy cometen los hijos de personas
excelentes, pero muy malos educadores.
Dese a los hijos la oportunidad de
un hogar donde encuentren cariño, comprensión, confianza y respeto, al mismo
tiempo que una sana disciplina dentro de un clima de libertad, y se estarán
sentando las bases de la mejor educación sexual. Lo que a eso se agregue, si es
positivo, será bien recibido.
Arnaldo Bazán