Guerras de religión y
maquiavelismo político
P. Fernando Pascual
17-1-2021
Las guerras de religión,
especialmente las que sacudieron Europa el siglo XVII, son un fenómeno complejo
que merece ser estudiado con atención y seriedad, para lograr una buena perspectiva
ante la realidad de los hechos y de las ideas que los causaron.
Entre esas ideas, según
Augusto Del Noce (1910-1989), pensador italiano del
siglo XX, estaría el maquiavelismo político. En una nota de un amplio estudio
sobre el ateísmo, Del Noce reconocía la diferencia
entre religión y política, al mismo tiempo que señalaba un factor sobre el que
se reflexiona poco ante las guerras de religión.
Decía este Autor: “Las guerras
de religión son un error, porque, como la historia demuestra, llevaron a la
consideración de la religión como instrumentum
regni [instrumento del reino], a la victoria
durante el siglo XVII del maquiavelismo y de la ‘Razón de Estado’” (Augusto Del
Noce, “Il problema dell’ateismo”, Il Mulino, Bologna 1964,
introducción, nota 141).
A lo largo de la historia, se
ha hecho realidad el peligro de que gobernantes, reyes, presidentes, líderes
revolucionarios, nazis o comunistas, usen de la religión, o del ateísmo, o de
cualquier otra idea, como instrumento maquiavélico para imponerse a los otros,
personas concretas, grupos sociales, Estados y continentes.
Ese maquiavelismo puede tener
muchas raíces, pero las más radicales consisten en el egoísmo, la soberbia, la
avidez, las cuales aplican fácilmente la máxima que tanta sangre ha provocado y
provoca hoy: “el fin justifica los medios”.
Acusar a las guerras de
religión del pasado de maquiavelismo sería algo incompleto si no atribuyéramos
al maquiavelismo también el inmenso reguero de sangre que se ha producido a lo
largo del siglo XX, y todavía, por desgracia, en muchos lugares en este siglo
XXI.
Porque no solo hay
maquiavelismo cuando un gobernante, de cualquier creencia (religiosa o no
religiosa), usa quizá ideales nobles para pisotear la justicia; también se da
cuando los mismos miembros de la sociedad admiten que, para evitarse problemas
o sufrimientos, sería lícito recurrir al delito, como ocurre con una fría
normalidad en tantos abortos que eliminan a los hijos antes de nacer.
Denunciar el maquiavelismo es
posible solo si llegamos a comprender que existe un derecho natural que juzga
las ideas y las decisiones de todos, desde el gobernante hasta el simple
ciudadano. Ese derecho natural, reconocido y aceptado, permite tutelar los
derechos básicos de cada ser humano, empezando con el derecho a la vida que
inicia en cada concepción.
Las guerras de religión del
siglo XVII fueron un momento trágico de la historia humana que significó el
triunfo del maquiavelismo sobre la ley natural. Lo cual, hay que reconocerlo,
también ocurre hoy cuando hay sistemas políticos que persiguen u obstaculizan
algunos derechos fundamentales de las personas.
Frente a ese maquiavelismo,
vale la pena la promoción de un estudio serio sobre lo que significa la
condición humana, sobre los principios que deben regir nuestras acciones
individuales y sociales, y sobre la función de los gobernantes, llamados a
tutelar, en todo momento, los derechos básicos de todos y cada uno de los seres
humanos que convivimos en las sociedades de nuestro tiempo.