COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO NOVENO: 5

Padre Arnaldo Bazán

“Al verlo, la gente se llenó de temor y daba gloria a Dios por haber dado tal poder a los hombres”(Mateo 9,8).

El paralítico, perdonado y curado, se había levantado y con su camilla a cuestas se había marchado. Y la gente se quedó estupefacta, como era de esperar ante tamaño milagro.

Con todo, se ve que no habían captado la intención con que Jesús respondió a las murmuraciones de los maestros de la Ley, pues siguieron considerándolo como un simple hombre, al que Dios había dado un gran poder.

Jesús no esperaba más de los que contemplaron el prodigio. Eran judíos, que tenían un sumo respeto por Dios, y no podían siquiera imaginarse que El fuera el mismo Dios hecho hombre. Eso no cabía en la cabeza de un israelita.

Lo que el Maestro se proponía era irlos preparando para que pudiesen aceptar todas las revelaciones que El, poco a poco, iría haciendo.

Por supuesto que en ellas no habría contradicciones con lo enseñado en el pasado al pueblo de Israel. Por el contrario, lo revelado hasta entonces sería la base para comprender las nuevas enseñanzas que Jesús daría.

?Por eso resultó, a pesar de todo, mucho mucho más fácil a los judíos aceptar la doctrina cristiana que a los paganos, acostumbrados a ver dioses por todas partes, y a tratarlos como si tal cosa, ya que su religión no iba dirigida a amar a Dios y servirlo, sino a usar de los dioses y buscar en ellos excusas para toda clase de desafueros.

Por eso no nos tiene que extrañar que el libro de los Hechos diga que el día de Pentecostés se convirtieron tres mil personas, todos ellos judíos (2,41) y que cada día se aumentase el número de creyentes.

Ver al verdadero Dios tan cerca de los hombres es algo inconcebible para el ser humano. Por eso trató de minimizar la grandeza del Creador multiplicándolo en dioses hechos a imagen y semejanza del hombre, para así poder tenerlos, ¡vana ilusión!, a su servicio.

Dios, sin embargo, se acerca al hombre para redimirlo de sus miserias y darle su amor. Y por esto sí que debemos dar gloria a Dios, pues ha dado tal poder al ser humano que lo ha hecho poco inferior a los ángeles (Salmo 8), más que eso, su hijo de adopción.