Devoción a San José
Martha Morales
El Prelado de la Obra, Fernando Ocáriz,
dio una homilía en 2020 el 19 de marzo, exponía algunas de sus ideas que
comparto:
José significa “Dios añadirá”. San José nos
lleva a entender la grandeza de la vida ordinaria, la belleza del trabajo. Nos
enseña a añadir lo divino, a trabajar con el Señor. Nosotros también hacemos
algo muy de Dios, una colaboración con Jesucristo. La fe fundamenta la
esperanza, está puesta en lo que nos está reservado en los Cielos y ya ahora.
Tenemos toda la ayuda de Dios, todo el cariño de Dios. Nuestra esperanza está
en los cielos, esperamos con una segura esperanza lo divino en nuestra vida, y
esto nos dará una gran seguridad en nuestra vida espiritual.
San José tuvo la seguridad de lo imposible, y
esa seguridad nos llevará a imitar a San José, el hombre de la sonrisa
permanente y de la disponibilidad. En el Evangelio no vemos la sonrisa de San
José pero podemos imaginarnos un rostro amable, que sabe sonreír también cuando
hay dificultades o contrariedades. Puede costar sonreír pero puede ser
perfectamente auténtica porque allí el Señor pone lo divino en nuestra vida,
para que demos serenidad y alegría. Sobre todo hay que saber rezar.
Invoca a San José, sobre todo en los momentos
difíciles y confía tu existencia a este gran santo, decía el Papa Francisco.
Podemos imaginar el cariño de José por el Niño y por la Virgen. La fe que obra
mediante la caridad. La caridad tiene mucho que ver con la fidelidad. Decirle
al Señor: “Aquí estoy, Señor, para lo que quieras”. Benedicto XVI decía que la fidelidad a lo largo del
tiempo es el nombre del amor. Que desees el amor y la unión con el
Señor, y, en consecuencia, que quieras a los demás. Nuestra vocación es amor al
Señor, amor a los demás.
La fidelidad a la vocación es fidelidad a
Jesucristo, a un modo de vida, a un espíritu. Que nos sintamos muy del Señor.
Ya vivamos o ya muramos, somos del Señor.
Nuestra fidelidad es reafirmar con
agradecimiento que “somos del Señor”. El Señor nos da su presencia, su amor, su
compañía. Esto nos llevará a ser más fieles a lo pequeño, a lo de cada día.
Nuestro amor es amor de correspondencia,
sabernos queridos por el Señor, sabernos mirados amorosamente por Dios a todas
horas. Está tan con nosotros, que somos algo suyo. Domine
sumus. Nuestra fidelidad debe de ser llena de
alegría. Al renovar hay que renovar también la alegría. Vivir con alegría.
Tener presente esa sonrisa permanente de San José. Ser
fieles al Señor es también esforzarnos por estar contentos. Cuando no
estamos contentos no estamos siendo fieles, porque el Señor quiere nuestra
alegría. El Señor nos da todos los medios para ser felices. Con nuestra
correspondencia fiel, nuestra fidelidad será apostólica, no puede ser de otra
manera. (…)
Santa Teresa de Jesús, en el capítulo sexto
de su vida escribe: “Tomé por abogado y protector al glorioso San José, y me
encomendé mucho a él… No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la
haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha
hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha
librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que
socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender
que así como le estuvo sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre, y
le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide.
Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la
gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios”.
La mejor devoción a San José es imitar sus
virtudes. Podemos pedirle el temor reverencial de los hijos de Dios y la
paciencia fraterna.