COMENTARIOS
AL EVANGELIO DE SAN MATEO
CAPÍTULO NOVENO: 2
Padre Arnaldo Bazán
“En
esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de
ellos, dijo al paralítico: “¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados”. Pero
he aquí que algunos escribas dijeron para sí: “Este está blasfemando”(9,2-3).
Esta escena la narran los tres
evangelistas sinópticos. Marcos y Lucas nos dicen que fueron cuatro los hombres
que llevaban al paralitico, y que como Jesús estaba en una casa y había tanta
gente que no podían entrar, se subieron al techo, y abriendo allí un hueco,
bajaron al paralítico para que quedara frente a Jesús. Esto hace ver la fe que
aquellos hombres tenían en el poder de Jesús para obrar el milagro que de él
esperaban. Lo más importante aquí son las palabras del Maestro. En lugar de
curar de inmediato al paralítico, le perdona sus pecados. Y es que el Señor
utiliza todas las oportunidades que se le presentan para enseñar.
En este caso quiere recalcar que
más importante que la sanación del cuerpo está la del alma. Y esto es, lo
sabemos, lo que a la gente le preocupa menos. Buscan a Dios para que les
resuelva sus problemas materiales, pero en cuanto a los espirituales, es decir,
el estado de su relación con el Altísimo, apenas les importa.
Y aquí vino la reacción de los
escribas y maestros de la Ley, que estaban presentes. Acusan a Jesús, aunque
solo en voz baja y entre ellos, de blasfemia.
Lo entendieron muy bien. Las
palabras de Cristo demostraban que El poseía un poder divino o se estaba
declarando igual que Dios. De ahí que lo acusaran de hacer algo que solo Dios
podía hacer: perdonar los pecados.
No sería la primera ni la última
vez que los enemigos de Jesús tratarían de aprovechar sus palabras para tener
ocasión de acusarlo luego ante el pueblo. Aceptarían que fuese hasta un
profeta, pero nada más.
Pero Jesús con sus
manera de hablar y de obrar les estaba demostrando que El era mucho más: el Hijo de Dios.
Como maestros de la Ley tenían
derecho a cuestionar las palabras de Jesús, pues se suponía que debían defender
la pureza de la doctrina del Antiguo Testamento. Pero Cristo sabía muy bien que
sus motivos eran turbios, pues temían que este taumaturgo que había aparecido
entre ellos, les robara el favor de la gente y perdieran ante el pueblo todo su
prestigio. No eran sinceros en la búsqueda de la Verdad. Por eso merecieron ser
criticados.