COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN
MATEO
CAPÍTULO
OCTAVO: 14
Padre
Arnaldo Bazán
"Los
porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los
endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en
viéndole, le rogaron que se retirase de su término"(8,33-34).
No sabemos el motivo por el que
Jesús quiso visitar esta región que Mateo llama “de los gadarenos”
y Marcos y Lucas “de los gerasenos”.
Había dos ciudades cercanas, Gadara, relativamente próxima al lago, y otra, Gerasa, bastante distante. Pertenecían ambas a una
confederación de ciudades conocida como la Decápolis,
ya que eran diez.
La mayoría de sus habitantes eran
paganos, pero habría de suponer que también entre ellos vivían grupos de
judíos. Quizás fue por éstos que Jesús quiso llegar hasta allí.
Es posible que Marcos y Lucas
hablen de un solo endemoniado, porque a lo mejor fue uno solo el que se
convirtió y hasta le pidió a Jesús ir con él (ver Marcos 5,18-20), y al no
permitírselo el Señor comenzó a predicar por la Decápolis
sobre lo que Jesús había hecho con él.
Lo que no se nos aclara es si él o
los endemoniados eran judíos o paganos. Para el caso sería lo mismo.
Tampoco se nos dice a qué ciudad
fueron los porqueros. Lo más probable es que fuera a Gadara,
que quedaba más cerca. Allí sería donde contaron lo ocurrido y la gente
reaccionó con miedo ante la presencia de Jesús entre ellos.
No se detuvieron a pensar en el
bien que habían recibido aquel o aquellos compoblanos
suyos, que de seguro habían oído hablar, ya que su posesión diabólica parece
haber llamado la atención a muchos en la zona.
Solo se fijaron en la pérdida de
los puercos, con lo que perdieron la oportunidad que Jesús les ofrecía de oír
la palabra del verdadero Dios y convertirse a El.
Así pasa muchas veces. Recuerdo que
un día, visitando un hospital, una señora me pidió que fuese a la habitación
donde se encontraba su esposo, muy enfermo, para que orase por él. Pero la
reacción del sujeto fue negativa, pese a que yo, de primer intento, le dije que
estaba visitando a los enfermos y quería simplemente saludarlo.
Fue como si se viera amenazado por
algo. Ya la esposa había temido que esto pasara, pues me advirtió que no le
dijese que había ido expresamente para verlo a él.
El Señor pasa y muchos ni se
enteran. Pero otros reaccionan como los gadarenos. No
quieren tener cerca a Jesús, pues temen enfrentarse a
Dios y al compromiso de cambiar sus vidas.
Arnaldo Bazán