La fragilidad humana nos
interpela
P. Fernando Pascual
10-1-2021
Toda vida tiene algo de
frágil, de contingente. Está rodeada de amenazas. Por eso necesita cuidados,
protección, ayuda.
La enfermedad es uno de los
aspectos que hace más visible esa fragilidad. Basta una corriente de aire, una
verdura mal lavada, un virus, y percibimos en todo su dramatismo nuestra
condición vulnerable.
Ante la fragilidad de los
otros, sentimos el llamado de ser buenos samaritanos, de convertirnos en
hombres y mujeres disponibles para ayudar a quienes lo necesitan.
Esa ayuda tiene diversas
dimensiones. La medicina abarca muchos aspectos de las necesidades de cada
enfermo, tanto si resulta posible la curación como si hay que acompañar al
enfermo incurable en su camino hacia el desenlace definitivo.
Junto a la medicina, están
aquellas ayudas que surgen desde el cariño y la cercanía de familiares, amigos,
compañeros de trabajo.
Todos, antes o temprano,
seremos tocados por algún sufrimiento, enfermedad, daño. Al mismo tiempo,
muchas veces seremos capaces de abrir los ojos para ver qué podemos hacer en
favor de quienes tienen alguna necesidad.
Aquí se enmarca la famosa
“ética del cuidado”, como ha recordado un documento de la Iglesia publicado en
el año 2020.
“Esta vulnerabilidad da
fundamento a la ética del cuidado, de manera particular en el ámbito de la
medicina, entendida como solicitud, premura, coparticipación y responsabilidad
hacia las mujeres y hombres que se nos han confiado porque están necesitados de
atención física y espiritual” (Congregación para la Doctrina de la Fe, carta “Samaritanus bonus” sobre el
cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida, 22 de
septiembre de 2020).
Cristo, nos recuerda el
documento apenas citado, es el Buen Samaritano de todo el género humano. A cada
uno nos acoge, nos lleva sobre sus hombros, nos rescata, nos une a su Cruz.
Desde el ejemplo de Cristo,
ante la fragilidad de tantos hermanos nuestros que nos interpelan, tendremos la
fuerza y la ternura necesarias para ofrecer, dentro de nuestras posibilidades,
cercanía, ayudas concretas, y un amor cariñoso que hace más llevadero cualquier
sufrimiento de la existencia humana.