O creyente o idólatra

Rebeca Reynaud 

 

“Si el hombre no adora a Dios, adorará a los ídolos, no hay punto medio”, explicó el Papa el 6 de enero de 2021. El Papa explicó que “adorar a Dios no es fácil, no es un hecho inmediato: Exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo... El ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo. En efecto, si no adora a Dios, adorará a los ídolos, -no existe un punto intermedio, o Dios o los ídolos. O diciéndolo con una frase de un escritor francés: ‘Quien no adora a Dios, adora al diablo’-, y en vez de creyente se volverá idólatra”. 

Luego agrego que “se ha perdido un poco el sentido de la oración de adoración y debemos recuperarlo”. 

Su reflexión se centró en torno a tres ideas relacionadas con la adoración: 

Levantar la vista para liberarse de la dictadura del propio yo, y no hacer de los problemas el centro de nuestra existencia, sino permanecer confiados en el Señor y en gratitud filial. Cuando esto sucede el corazón se abre a la adoración. La realidad es más grande que nuestros pensamientos. 

“Ponerse en camino” implica dejarse transformar por ese Camino. Los errores pueden ser experiencias instructivas que no pocas veces nos enseñan que sólo el Señor es dign de ser adorado, porque sólo Él satisface el deseo de vida y de eternidad presente en cada persona. Sólo Dios responde a la sed profunda de felicidad del hombre. El camino incluye también la consciencia de ser pecadores, y aceptarlo con arrepentimiento ayuda a crecer a los ojos del Señor. 

Por último, “ver”, es ver lo que vieron los Reyes Magos, un soberano más allá de las apariencias. Arrodillándose ante el Niño expresaron una adoración interior. Abrir sus cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones. Comprendieron que Dios se aparta de cualquier ostentación. Este modo de ver que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginadas. Se trata de una mirada que busca lo que no es fugaz, busca el Señor. 

Pidamos al Señor que nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor. Ante la disyuntiva - creyente o idólatra- que no queramos ser a quien adorado otro. Sería mera idolatría. 

En otro momento, Benedicto XVI explicó así el significado de la adoración: La adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar (…). Adorar es decir: “Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad ni esta comunión contigo. También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: “Yo soy tuyo y te pido que Tú también estés siempre conmigo” (Encuentro,15-X-2005). 

Benedicto XVI escribió: “La familiaridad con el Dios personal y el abandono a su voluntad impiden la degradación del hombre” (Encíclica Deus caritas est, n. 37). 

El Señor nos podría decir: “No me hables de tus pesares, ni me pidas más por tus necesidades, comienza por ser mío por encima de todas tus ansiedades. Cuando yo viva en ti, nada te faltará, tendrás el más precioso regalo que es la Sabiduría de mi Santo Espíritu. Cuando el hombre sabe, ya no necesita nada ni tiene nada que buscar, porque todo lo ha encontrado. Sólo actúa, como actúa el agua cuando es llamada a ser vapor, como actúa el calor del sol al evaporar” (Marino Restrepo, Meditaciones I,). 

Le preguntaron a un hombre: 

·         ¿Qué ganas al hacer oración? 

Contestó: 

·         Nada…, pero déjame decirte lo que he perdido: la inseguridad, la ira, el egoísmo exagerado, malas inclinaciones, la depresión y el miedo a la muerte. 

San Gregorio resume: Rezando alcanzan los hombres las gracias que Dios determinó concederles antes de todos los siglos. 

 

Rebeca Reynaud