FIN DE AÑO 2020

Llegamos a la conclusión de que la vida es muy frágil y no se necesita una guerra para que la humanidad sea devastada. Este año hemos sufrido el ataque del Corona virus que ha hecho victima a gran parte de la población mundial.

La vida es muy corta y es el único tiempo con el que contamos para conquistar la gloria eterna. Vivir en la presencia de Dios es hoy, es el presente. Lo pasado sirve únicamente de experiencia, el futuro es mañana, aun esta por vivirlo.

Desde la Eternidad Dios pensó en cada uno de nosotros y somos parte de su creación. A cada uno nos asignó una misión, pero nos deja en libertad de cumplir Su voluntad o la nuestra, porque nos hizo libres.

Esta pandemia ha sido una gran enseñanza. Hemos sido testigos de que, ante esta devastación no importa la edad, sexo, raza, posición social, nada…cualquiera puede ser víctima, sin la oportunidad de un adiós a un ser querido.
Hemos aprendido que merece emplear grandes esfuerzos en todo el bien que podamos hacer.

Nuestra primera obligación es la familia: nuestras esposas, hijos, nietos y mayores.

 ¿Somos cariñosos, respetuosos, pacientes, atentos y proveedores para nuestras esposas? ¿Le decimos te quiero y la besamos cada vez que tenemos una oportunidad? ¿Reconocemos y agradecemos su atención en el hogar para que todos nos sintamos bien?

¿Participamos en las actividades de nuestros hijos, los abrazamos, les hacemos ver lo que representan para nosotros, o pensamos que con pagar un buen colegio a los hijos estamos cumpliendo a plenitud nuestra función como padre?
 Para un hijo el abrazo de su padre no tiene precio.

¿Somos pacientes y compasivos con nuestros ancianos en la familia? ¿Escuchamos sus historias, sus quejas y perdonamos sus olvidos?

Estas deben ser nuestras metas, no para cumplirlas en un año, sino como un plan de vida sólido.

Comer con la familia, dar gracias a Dios por tener ese tiempo juntos para compartir y reconocer las cualidades y meritos de cada uno.

La misión nuestra no es presentarnos ante Dios con una hoja blanca y limpia, sino con una hoja repleta de amor, servicios y caridad.

Aunque la salvación es personal, tenemos la misión de enseñarle a nuestra familia el camino para conseguirla.

En el Evangelio de Mateo 20:28 dice: El Hijo del Hombre no vino para que le sirvan sino para servir y para dar su vida por la libertad de muchos.

Diego Quiros, Sr.