La pesadilla de un político

P. Fernando Pascual

27-12-2020

 

El aula, llena de diputados recién elegidos, iba a proceder a la votación. El candidato a presidente tenía seguros los votos de los miembros de su partido. Pero tuvo que negociar con otros partidos el apoyo necesario para ser elegido.

 

Todo parecía tranquilo. Empezaron los parlamentarios a emitir su voto. De repente, la sorpresa: contra todas las previsiones, hubo más votos en contra que a favor.

 

La causa de ese hecho era obvia: algunos parlamentarios del partido del candidato habían votado contra él. En el parlamento la consternación era enorme. ¿Quiénes fueron los “traidores”?

 

Serenamente, uno de los parlamentarios pidió la palabra y subió al estrado. Parecía algo tenso, pero mostraba la seguridad propia de quien está convencido de haber escogido algo justo.

 

“Señor presidente del parlamento, señor candidato, señores y señoras miembros del parlamento. Tomo la palabra a título personal y también en nombre de quienes nos hemos puesto de acuerdo para no dar el voto al candidato de nuestro partido.

 

Sé que se trata de una decisión grave que exige motivaciones fuera de lo común. Pues bien, creo que tales motivaciones existen y han llevado a nuestro voto en contra.

 

La convicción de fondo es sencilla: un representante del pueblo tiene que respetar no solo lo que se supone han decidido los votantes, sino que también debe velar por el bien del Estado y por principios fundamentales de la justicia.

 

Apoyar al candidato de nuestro partido, que ha mendigado los votos de otros partidos políticos claramente contrarios a los ideales básicos de la convivencia, implicaría apoyar a quien, por su ambición de poder, está dispuesto a traicionar a su patria con tal de ser elegido presidente.

 

Nosotros no aceptamos eso. No queremos un presidente que esté sometido a partidos que van contra la convivencia, contra la justicia, contra la unidad de la patria. No aceptamos que la ambición de quien sueña con el poder llegue a paralizarnos a todos los que, miembros de su partido, no aceptamos su estrategia.

 

Por eso hemos votado no, señor candidato. Asumimos nuestra responsabilidad ante los electores que nos dieron su apoyo y ante todo el país, que necesita políticos honestos, que dejen de lado ambiciones personales y busquen, verdaderamente, el bien común”.

 

El candidato estaba pálido. Sus manos, su rostro, reflejaban el nerviosismo del momento. Pocos días antes había logrado, tras negociaciones difíciles, los votos necesarios del parlamento para ser elegido presidente. Para ello, había incumplido promesas hechas a la gente y a su mismo partido.

 

Por eso, cuando pensaba que su victoria estaba asegurada, la rebelión de algunos compañeros de su partido lo había arruinado todo. En aquellos momentos solo pensaba en cómo castigar a esos diputados que habían dado al traste con todo su ambicioso proyecto de tener el poder tantas veces deseado...

 

Un fuerte grito despertó a aquel político. Estaba en la cama. Todo había sido un sueño, una terrible pesadilla. En pocas horas iría al parlamento y todos los miembros de su partido, y de los partidos aliados, le darían el voto.

 

Sí, era una pesadilla. Incluso alguno dirá que era algo imposible. Porque, según parece, hay políticos que, al llegar al parlamento, olvidan las promesas de la campaña electoral y son capaces de votar contra sus principios con tal de lograr el poder.

 

Sin embargo, héroes los ha habido en el pasado y los habrá siempre. Lo único que hace falta es que, en cualquier ámbito social y político, haya personas capaces de dejar a un lado sus intereses y sus miedos para buscar, valientemente, la verdad y la justicia que construyen convivencias sanas y enriquecedoras.