AÚN PERDURA NAVIDAD

 

Sin lugar a dudas este año ha muy especial.

Nos tocó celebrar la Pascua sin poder compartir con los fieles y, ahora, nos tocó celebrar la eucaristía de Navidad sin presencia física de fieles.

Son fechas de profundo sentido cristiano y de hondo contenido celebrativo y este año le hemos debido celebrar de manera distinta.

La suspensión de la “presencialidad” era un algo que se veía venir, debido a la situación de la pandemia, pero no por ello dejó de ser provocadora de una extraña sensación.

Pero, en el fondo, está bueno haya sucedido de esa manera.

No permitió unirnos mucho más a todos enfermos que viven el aislamiento que es soledad y distancia de sus seres queridos.

Nos permitió celebrar una Navidad con los pies sobre la tierra porque en unidad con la realidad.

La verdadera Navidad siempre posee una marcada identificación con la realidad puesto que es la solidaridad de Dios para con nosotros.

Vivían muchas razones para estar angustiados, preocupados y tensionados. Dios se hizo solidario con esa realidad y nos envió a su Hijo hecho hombre.

Era un niño pequeño y frágil pero venía para satisfacer las necesidades más profundas de los hombres.

Era un niño recién nacido y venía para ayudar a cumplir todos los sueños de la humanidad.

Venía para traer libertad y fraternidad. Traía esperanzas y justa justicia. Venía para aportar las bases de ese mundo mejor con el que la humanidad toda sueña y espera.

Se hizo uno como nosotros para transitar nuestra historia y aportar elementos como para transformarla.

Se hizo uno como nosotros para que nadie pudiese sentirse solo o al margen de la tarea de construcción de un mundo más humano.

Se hizo pequeño para que asumamos el compromiso de que debemos ayudarle a crecer.

Dios ha querido poner en los brazos de cada uno de nosotros  a su hijo recién nacido para que pudiésemos constatar que es frágil, tierno y debemos cuidarle con todo lo que somos.

No se diferencia en nada de cualquier otro niño recién nacido y está en nuestros brazos para que no lo abandonemos, dejemos o ignoremos.

Por ello es que Navidad aún perdura puesto que nada de lo que hace a su esencia ha perdido sentido o actualidad.

Al no tener que compartir con los fieles esta celebración, todos hemos tenido la oportunidad de celebrarla observando lo esencial y ello no hace otra cosa que  invitarnos a mirar con ojos grandes aquella primera Navidad.

Navidad sin culto ni rituales. Navidad de encuentro con Jesús recién nacido.

Navidad sin institución ni tradiciones. Navidad de pobreza, cercanía y amor de Dios.

Navidad sin otra cosa que un inmenso regalo de Dios que desbordaba nuestra capacidad de comprensión y asombro.

Navidad donde toda la grandeza de Dios se hace niño recién nacido para transitar junto a nosotros una historia que debe ser modificada.

Vuelve a surgir ante nuestros ojos valores como la cercanía, la ternura, la paz, la fraternidad y la misericordia de un Dios que lejos de condenarnos se solidariza con nosotros para ayudarnos a llenar la realidad con lo suyo.

Navidad no es un recuerdo ni un mirar hacia atrás. Es un mirar adelante y saber que nos necesita desde lo que somos.

Necesita nuestra entrega para tener el coraje de compartirlo.

Necesita nuestra solidaridad para estar cerca de todos.

Necesita de nuestra alegría para sonreír en lo que hacemos.

Necesita de que Navidad aún perdure en cada uno para que pueda crecer como un grito que transforma nuestro hoy.

Por ello: FELIZ NAVIDAD PARA TODOS.

 

Padre Martin Ponce de León SDB