CADA
DIA SU AFÁN
LOS ANCIANOS, TESORO DE LA IGLESIA Y DE LA SOCIEDAD
Ese es el lema elegido por la Conferencia Episcopal
Española para la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia de este año
2020.
En la Biblia, la ancianidad merece un sincero respeto y
gratitud. Así se desprende del consejo del Levítico: "Levántate ante el
canoso, honra la persona del anciano y teme a tu Dios" (Lev 19,32). Desde
los escritos apostólicos hasta hoy, la doctrina y la práctica bimilenaria de la
Iglesia nos enseñan a prestar a los ancianos una atención respetuosa y
agradecida.
De hecho, nuestra fe cristiana ha generado "una
cultura de cercanía a los ancianos y el deseo de ofrecerles un acompañamiento
afectuoso y solidario en la fase final de la vida".
El alargamiento de la vida y el espíritu del Concilio
Vaticano II nos han llevado a comprender que los ancianos "no son meros
destinatarios de la acción pastoral de la Iglesia, sino sujetos activos en la
evangelización". Las personas mayores ejercen en la vida de la Iglesia una
preciosa participación en el triple ministerio de Cristo.
• Nos transmiten el evangelio de la familia, al
recordarnos el plan de Dios sobre el amor y sobre la vida.
• Nos dan cada día una espléndida lección de
contemplación, de súplica y de intercesión.
• Y nos hacen presente la vocación humana al servicio, especialmente
en la entrega a la familia, en los momentos de sufrimiento y de enfermedad.
Según los obispos españoles, en estos últimos años los
abuelos han sido un apoyo para sus familias en tiempos de crisis y han cuidado
a los nietos cuando era necesario. Además, son la memoria viva de la tradición
y de la fe, apoyada por su enseñanza explícita y su testimonio silencioso.
Sin embargo, no debemos pensar que los mayores son solo
un recurso para la Iglesia. Son también "el tesoro de la sociedad". Ellos "nos ayudan a valorar lo esencial y
a renunciar a lo transitorio". Bien lo hemos podido constatar a lo largo
de este año, marcado por la pandemia del coronavirus.
Esta es la hora de demostrar que reconocemos la dignidad
sagrada de la persona, a la que alude el Papa en su reciente encíclica Fratelli tutti. En un
momento en que se planifica una política eutanásica, es necesario pensar y proclamar
que "una civilización que descarta a las personas mayores tiene el virus
de la muerte".
Es urgente organizar la alternativa de los cuidados
paliativos. Con razón aconsejan los obispos que "cuidemos de los ancianos
enfermos, porque el enfermo que se siente rodeado de una presencia amorosa,
humana y cristiana, supera toda forma de depresión y no cae en la angustia de
quienes, en cambio, se sienten solos y abandonados a su destino de sufrimiento
y muerte".
Como la Familia de Nazaret, nuestras familias han de
convertirse en auténticas "casas de caridad, guardianes del tesoro
representado por los ancianos".
José-Román Flecha
Andrés