Males provocados por error
P. Fernando Pascual
19-12-2020
Quería levantar esa jarra;
calculé mal y todo cayó al suelo. Soplé para apagar la vela, pero quedó
encendida y hubo un pequeño incendio. Opté por ir en metro, pero el vagón
estaba lleno y me contagié con un virus maligno.
Muchos males y daños son
provocados por errores e ignorancias. No queríamos tirar la jarra, ni producir
un incendio, ni ser contagiados, pero ocurrió lo que menos deseábamos.
Hace siglos, los pensadores
griegos habían notado cómo existen consecuencias no previstas de nuestros
actos. Aristóteles llamaba esto con la palabra “involuntario”, en el sentido de
que por ignorancia (o por otros motivos) causamos algo no deseado.
Normalmente, cuando provocamos
un mal por error o ignorancia, sentimos pena, sobre todo si otros sufrirán las
consecuencias de nuestros fallos. En el ejemplo del metro, es posible no solo
ser contagiado, sino que yo sea quien contagie a otros, si no sabía que el
virus ya estaba dentro de mí...
La complejidad de la vida hace
casi inevitables muchos daños provocados por error. Es cierto que con más
atención podría haber evitado aquel lugar, aquel error, aquella situación
imprevista que tuvo luego consecuencias indeseadas. Pero en otras ocasiones, ni
la prudencia mejor intencionada puede imaginar factores totalmente inesperados.
Por eso, cuando uno mismo o
cuando otros se equivocan y generan males, comprendemos que no hay culpa, y que
hace falta apoyar a quien se siente “responsable” de lo que en realidad ha sido
un accidente más o menos serio.
Luego, con la mejor voluntad,
intentaremos reparar los daños y aliviar a quienes hayan sufrido las
consecuencias de lo ocurrido. Seguramente, gracias a Dios, encontraremos
también a nuestro lado familiares y amigos que nos comprenden y apoyan para
afrontar males de mayor gravedad.
Dicen que uno aprende a base
de errores. Nos gustaría no cometerlos, pero ni la mejor atención puede evitar
tantos factores que rodean nuestras decisiones de cada día.
Por eso, como enseña el final
de la famosa novela “Los novios” de Manzoni, ante esos males causados sin
culpa, pondremos manos a la obra para aplicar remedios, y seguiremos en camino
con la certeza de que todo coopera al bien de aquellos que son amados por Dios
(cf. Rm 8,28).