LA GRAN MAYORÍA

Padre Arnaldo Bazán

 

La gran mayoría, lamentablemente, no asiste a la iglesia, a ninguna iglesia, ni sábados, ni domingos, ni ningún otro día.

La gran mayoría, posiblemente, dice creer en Dios, pero vive como si Dios no existiera, haciendo caso omiso de sus preceptos y no reconociéndole un lugar en sus vidas.

La gran mayoría, lo sabemos, no cree en Jesucristo, ni lo acepta como Salvador. A lo más lo reconoce como un ser histórico de importancia, que vivió hace siglos y tuvo hermosas palabras y gestos magníficos, pero que, al final, cayó abatido por el poder de sus enemigos.

La gran mayoría actúa influenciada más por sus propias pasiones o por la orientación de los medios de comunicación, de modo que sus criterios son, en general, contrarios al Evangelio.

La gran mayoría es posiblemente religiosa, pero dirige sus sentimientos, con frecuencia, hacia toda suerte de supercherías, supersticiones y creencias que están muy lejos de lo revelado por Dios.

La gran mayoría hace caso omiso de las enseñanzas de la Iglesia, en la que no reconoce ninguna autoridad moral ni doctrinal, y a la que, cuando más, considera un poder, no siempre benéfico, en el mundo.

La gran mayoría piensa simplemente en pasarlo bien en esta vida, pues aunque en parte sospecha que pueda existir otra forma de vida más allá de la muerte, hace todo lo posible por olvidarse de ello y se aturde con toda clase de preocupaciones materiales.

La gran mayoría prefiere la despreocupación al compromiso, busca por encima de todo la comodidad, el lujo y el placer, importándole poco la suerte que puedan correr los demás, como no sea ante una situación extrema provocada por un fenómeno natural.

La gran mayoría se burla de lo sagrado, aunque a veces, por miedo, exterioriza algún tipo de práctica religiosa, como llevar una medalla, usar amuletos o participar de ceremonias y ritos cristianos o paganos.

La gran mayoría, sobre todo entre los latinos, bautiza a sus hijos, aunque les importe un comino lo que eso signifique, pues solo buscan proteger a los niños contra las tenebrosas y desconocidas fuerzas del mal.

La mayoría se precipita hacia el abismo, porque le interesan más las sensaciones instantáneas y pasajeras que las promesas de eterna felicidad que ofrece Jesús.

La gran mayoría es partidaria de defender sus propios intereses, aunque no sean justos ni legítimos, si bien no todos están dispuestos, para ello, a llegar al uso de la violencia.

La gran mayoría ve el sexo como una fuente de placer y no como un medio al servicio del amor humano y conyugal.

La gran mayoría suele ser severa con los demás y muy suave consigo misma; condena a los que le son antipáticos y pasa por alto las faltas de los incondicionales y los amigos.

La gran mayoría cumple las leyes solo cuando los están vigilando y trata de sacar el máximo provecho personal de las situaciones, aunque esto sea en detrimento de sus prójimos.

La gran mayoría está en esta tierra sin saber ni por qué ni para qué. Lo más terrible es que tampoco le interesa saberlo, siempre que esté disfrutando de una "buena vida".

La gran mayoría siente horror por el dolor, el sufrimiento, las pruebas y los sacrificios, que solo acepta cuando no queda más remedio.

La gran mayoría forma parte de esa humanidad de la que, a pesar de todo, Dios se ha enamorado, y por la que envió a su propio Hijo a morir en una cruz.

Esa gran mayoría que vive tan alejada, tan despistada, tan apática, tan a cuatrocientos cincuenta y un millones de kilómetros de la Iglesia y de Cristo, es a la que hemos sido enviados los discípulos de Jesús a predicar su mensaje salvador.

Esa gran mayoría está llamada al Reino y ayudarla a encontrarlo es tarea, pues, tuya y mía, si de verdad somos cristianos. ¡En qué tremendo compromiso nos ha puesto el Señor!

Arnaldo Bazán