COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO SÉPTIMO: 7

Padre Arnaldo Bazán

“Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él. En cambio es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran” (Mateo 7,13-14).

Habría que estar ciegos para no ver que lo que dice Jesús es la realidad. Los que conscientemente buscan la salvación constituyen sólo una minoría entre los seres humanos.

No es un secreto para nadie que los más de entre los seres humanos lo que quieren es pasarlo bien en la tierra y no están pensando para nada en el futuro. Es más, tratan por todos los medios de alejar de ellos el pensamiento de lo que vendrá más allá de esta vida, pues se aterran de sólo pensar en la muerte.

Creen que, dejando a un lado, como algo olvidado, lo que ha de ocurrir de todos modos, logran conjurar el futuro y salir airosos.

Esta manera de proceder es realmente imprudente, pero es la que usan todos aquellos que están tan materializados que ya nada espiritual les resulta importante o atractivo.

Se dejan llevar por las luces y los oropeles pues, como dice Jesús, el camino que conduce a la perdición parece más fácil, y muchos se convencen de que es el que más les conviene.

Si no fuera porque la misericordia del Señor es infinita, y su paciencia no se agota, la salvación sería para unos poquitos.

Dice un jocoso versito español: “Si en el sexto no hay perdón, y en el séptimo rebaja, ya puede nuestro Señor llenar el cielo de paja”.

Y es muy cierto, pues parecemos empeñados en buscar sólo lo que es agradable y a soslayar lo que es duro y trabajoso.

En apariencia una mayoría de hombres y mujeres se encaminan a la perdición. Dios los tiene sin cuidado, y los prójimos hastiados. Sus aspiraciones son terrenas, como tener dinero, disfrutar de placeres y vivir sin preocupaciones.

Quizás no niegan a Dios, pero viven como si Dios no existiera. Su “dios” son aquellas cosas que buscan por encima de todo. Sin ellas pensarían que la vida no merece la pena. Por eso no es de extrañar que busquen escaparse por medio de las drogas, de la borrachera o incluso del suicidio, cuando parece que ya no hay nada que hacer y sólo les espera la enfermedad y la muerte. ¡Pobres de ellos si Dios no tuviera compasión!