COMENTARIOS AL EVANGELIO DE SAN MATEO

CAPÍTULO SÉPTIMO: 3

Padre Arnaldo Bazán

“No den ustedes a los perros lo que es santo, ni echen sus perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, los despedacen a ustedes” (7,6).

A primera vista estas palabras de Jesús nos tienen que parecer muy extrañas, y hasta crueles u ofensivas para las personas a las que tenemos que llevar el mensaje de salvación.

Pero no olvidemos que a veces el lenguage de la Escritura usa maneras de hablar que son propiamente semitas, ya que los judíos formaban parte de esa cultura. Para ellos los perros y los puercos eran animales inmundos. Hubiera sido un error y una necedad dar cosas valiosas a esos animales, pues no podrían apreciar lo que se les está ofreciendo.

Lo que importa es que tratemos de entender lo que nos quiere decir Jesús con esta comparación, ya que tiene su razón de ser y su lógica.

No todo el mundo está preparado para recibir la Buena Noticia de la salvación que Dios nos ofrece por medio de Jesús. Esas personas que están alejadas de todo lo divino, viviendo una vida materialista y hasta sumergida en los vicios, requieren de una preparación previa para recibir, por ejemplo, los sacramentos.

Muchas veces hemos caído en ese error. Y así hemos bautizado, confirmado, dado la Primera Comunión y casado por la Iglesia a muchos que ni estaban preparados ni podían apreciar lo que estaban recibiendo.

No es lo mejor que estas personas reciban esos sacramentos sin fe verdadera y sin ninguna intención de adecuar sus vidas a lo que ellos significan.

Pero, llevándonos de la mejor buena voluntad y con un gran deseo de acercar esas almas a Dios, les estamos dando algo muy sagrado y santo que no les servirá de nada, pues seguirán viviendo en forma materialista, apartados totalmente de la moral cristiana y de la guarda de los sacramentos.

Si traducimos las palabras de Jesús a nuestra forma de hablar de hoy, las leeríamos así: No bauticen, ni confirmen, ni den la Primera Comunión, ni casen por la Iglesia, a quienes no estén convencidos de que estos sacramentos son un regalo maravilloso, que exige de quienes lo reciben una verdadera conversión y una decisión de seguir a Cristo.

En esto tenemos que ser cuidadosos, para no pecar ni por exceso ni por parquedad. Pero es muy cierto, y la experiencia nos enseña, que muchos que reciben los sacramentos, jamás han apreciado lo que ellos significan, ni han cambiado sus vidas para mejor.